Por unos días estaré desconectado de Internet; los blogs, facebook, etc, etc. Estaré muy ocupado con otro tipo de cosas, intentando terminar un cuento, ya que lo he empezado; y discurriendo cosas interesantes en compañía de los mayores sabios que me he encontrado en la vida (aquí salen en la foto) Ellos sí que saben.
Gracias por vuestras visitas al blog (más de 3.000 en este mes) pero el algo quiere algo le cuesta. Y a mí me cuesta mucho escribir.
Nos vemos dentro de unos días.
Podéis dejar vuestros comentarios o escribir a mi correo, que ya lo leeré cuando vuelva a conectar.
Un saludo y ser felices.
Os dejo un vídeo con música de la que me gusta escuchar cuando escribo. Es muy bonita, de Francis Poulenc, unas Mélodies;
sábado, 29 de septiembre de 2012
viernes, 28 de septiembre de 2012
Boletin informativo de septiembre 2012. Hospitaleros Voluntarios.
Aquí comparto con vosotros el boletín informativo de Hospitaleros Voluntarios de este mes.
BOLETÍN INFORMATIVO. Nº 58
Septiembre de 2012
SOBRE LO
EXCESIVO
Lo
reconozco: pienso en el Boletín de Hospitaleros cuando se acerca el momento de
tener que prepararlo y enviarlo. Pocas veces –salvo los tristes anuncios de
amigos hospitaleros que se han ido y la agenda de convocatorias- tengo
preparado de antemano lo que va a ir en esta hoja volandera.
Esta
vez, tampoco ha sido distinto. Así que, sólo en los últimos días, se presentó
ante mí el tema para el número de septiembre: lo excesivo.
Fue
viendo el exceso de algunos hospitaleros cuando intuí que este podía ser el tema
y que puede dar para un rato de reflexión. Y recordando que a lo largo de este
verano he visto el exceso en lo que estamos haciendo, me lancé a ello.
Exceso
en lo que se ofrece olvidando un básico principio de austeridad: llevados,
estoy segura, por la ilusión de ser hospitaleros, el sentido del deber y el del
compromiso –por otra parte tan distante en otros “hospitaleros” que no han
entendido qué es esto del compromiso- algunos de entre nosotros construyen una
acogida que termina midiéndose casi en exclusiva en lo material: cenas
compartidas que parecen las de las bodas de Camacho, ambientes súper cargados
de información, adornos desmesurados…
Exceso
en el comportamiento de los hospitaleros que equivocan acogida y calidad con
hacer del albergue un resort TI (ya sabéis: todo incluido) en el que el
peregrino tiene que estar ocupado con todo lo que para él se ha preparado
mientras esté en el albergue.
Todo eso
es excesivo. Los peregrinos necesitamos un lugar donde descansar. Un sitio
donde “abandonar” por unas horas nuestras pertenencias; un lugar seguro. Un
espacio para compartir vivencias y emociones. Y tiempo también para el silencio
y para la oración.
Eso es
lo que deben procurarnos los hospitaleros.
Pero
ideas equivocadas de cómo se ha de proceder llevan como resultado que el lugar
para descansar está limpio pero no lo suficiente porque ya desde pronto por la
mañana las energías están muy gastadas o porque no se ha dormido bastante al no
ser capaces de racionalizar la fuerza de trabajo. Que el espacio y el tiempo
para compartir entre los peregrinos están tan organizados y normalizados que hay
poco espacio para la espontaneidad.
El
Camino siempre tuvo hospitaleros (gente hospitalaria, en verdad) que
facilitaron a los peregrinos llegar a Santiago y hasta hace relativamente poco
tiempo no era posible asistir a estas “ceremonias de la acogida” en ocasiones
muy alejadas de la tradición. Sal y fuego eran ofrecidos, junto a un techo, a los
peregrinos. Y era suficiente aunque no pretendo yo que volvamos a tal cosa.
Pero ahora si no hay para cenar una ensalada no sé cómo, una pasta a la no sé
qué o exquisiteces culinarias varias, los hospitaleros no se sienten tales y
resulta que la acogida pasa solamente por ahí y no por procurar tener la
sonrisa ancha y la voluntad de servir.
Me
declaro absolutamente culpable de lo que arriba expongo porque formo parte de
los cursillos de nuevos hospitaleros y, entiendo, que no transmitimos bien qué
debe hacer un hospitalero: sin pasarnos de la raya, haciendo una acogida
normal, sin alharacas, porque no estamos obligados a más de lo que ellos –los
peregrinos- puedan esperar.
Y de
nuestro modo de hacer dependerá que los caminantes elijan en qué albergue parar
porque así se lo han recomendado en lugar de dejar al camino que les haga el
Camino.
Tenemos
un material precioso con el que trabajar –por el que trabajar- pero estamos a
punto de pervertir todo lo que nos animó a ser hospitaleros porque lo
encontramos por el Camino: fraternidad, calidez, espiritualidad, austeridad,
humildad…; he oído comentar a un hospitalero tras anunciar lo que había para
cenar y, ante mi sorpresa por lo pantagruélico, que lo hacían porque los peregrinos se lo merecen ¿? No
creo que se trate de dar un premio por haber llegado hasta esa meta sino de
procurar el descanso para alcanzar otra meta más, hasta la pensada por todos.
Tanto
exceso, ¿tendrá que ver con no saber medir la emoción de ser hospitalero? o ¿no
será que queremos perdurar en gente que no veremos más? En los cursillos de
novatos decimos siempre que el mejor albergue es ese que funciona sin que
parezca que alguien lo dirija; y que cuando el peregrino recuerde esa jornada,
a sus compañeros, al albergue, también recuerde al hospitalero pero se pregunte
¿cómo se llamaba?
Y hago
mía, Joaquín, esta estrofa de “El caso es
andar” de Cecilia porque viene al pelo esto último que comento:
No dejo
rastro ni huella.
Por no ser ni soy recuerdo.
Yo paso haciendo silencio,
sin ser esclavo del tiempo.
Por no ser ni soy recuerdo.
Yo paso haciendo silencio,
sin ser esclavo del tiempo.
El caso
es andar.
El caso
es andar.
Y el
caso es que hablo de novatos y de sus cursillos y, por esta razón, quizá
algunos piensen que me estoy refiriendo a nuevos hospitaleros cuando relato lo
anterior; no, en lo que hemos observado este verano se cuentan novatos y
también veteranos que ya han “hecho callo” y que no piensan cambiar su manera
de actuar porque saben que generan dinero en el albergue y por eso saben –lo
saben, están seguros- que su modo de proceder es el pertinente.
Pero
también hay otros excesos, justo por el extremo contrario: hospitaleros que no
hacen nada de lo que se les ha encomendado. No acogen: sólo indican dónde
dormir; no acompañan: están en su habitación o no se mueven de la recepción; no
limpian: y después los siguientes hospitaleros te muestran cómo dejaron el
albergue o te lo afean los responsables del albergue; no se interesan por los
peregrinos salvo para saber el número de ellos, por lo de la paella que harán
para ser admirados…; no son capaces de acoger a sus compañeros, los que les van
a suceder porque aún no es día 16.
Desde
luego este exceso en dejarlo todo al devenir no es admisible porque con su
recuerdo, con la imagen que dejan –la suya- va la imagen de Hospitaleros. Y
puede que aquí, en este caso, tampoco se acuerden del nombre del hospitalero
porque tiene un sobrenombre: el pasota, el sobrado, el aburrido de ser
hospitalero, el que no tiene interés por los peregrinos (y alguno más menos
delicado)
Y va el
Camino y vuelve a hacer de las suyas: dándole vueltas a qué escribir y a cómo
hacerlo, esto del exceso iba en cabeza de lo posible. Y cuando nos reunimos
hace unos días para organizar el Encuentro de diciembre se puso ante mí una
frase de Antonio Gaudí: la originalidad
consiste en regresar al origen. Resulta que siete palabras resumían todo lo
que se me agolpaba como idea para este boletín. El origen, el nuestro, fue la
austeridad y el trabajo bien hecho. No lo perdamos de vista.
Buen
otoño.
ENCUENTRO ANUAL DE
HOSPITALEROS 2012: CONVOCATORIA
Los días 6, 7, 8 y 9 de diciembre tendrá
lugar el Encuentro anual de Hospitaleros Voluntarios del Camino de Santiago.
Este año, nos vamos a reunir en las Colonias
Dom Bosco, en Castellnou de Bages, en la provincia de Barcelona.
El Encuentro comenzará el día 6, jueves, a
una hora aún no definida de la tarde y terminará el día 9, domingo, después de
la comida.
Contamos con 150 plazas.
Ya estamos dando los pasos necesarios para
que todo esté organizado para entonces. Nos alojaremos en albergue porque
volvemos a los orígenes: habitaciones compartidas y llevando nuestro saco y
demás.
Como en otros años, éste es el criterio para
asistir:
1.
Hospitaleros
novatos que hayan sido hospitaleros en 2012.
2.
Hospitaleros
veteranos que lo hayan sido en 2012 y nunca hubieran asistido a una de
estas reuniones.
3.
Hospitaleros
veteranos que lo hayan sido en 2012 y no asistieron al Encuentro de Pilas en
2011.
4.
Hospitaleros
veteranos que lo hayan sido en 2012 y sí asistieron a la reunión de Pilas u otras.
5.
Hospitaleros
veteranos que no hayan sido hospitaleros en 2012.
Los hospitaleros novatos tendrán como fecha
límite el día 22 de octubre (lunes) para tener plaza confirmada (es decir, en
su calidad de novatos, ya tienen plaza confirmada si es antes de ese día);
después del 22, los nuevos que vayan solicitando asistir entrarán en lista de
espera si ya se ha alcanzado el número límite para entonces.
Los hospitaleros veteranos ya pueden ir
solicitando plaza desde el momento en que lean este boletín aunque tendrán que
esperar hasta el 23 de octubre (martes) para que se les confirme plaza y a
partir de esa fecha, los veteranos que soliciten asistir entrarán en lista de
espera si es que se ha llegado al número límite.
El precio por persona es de 120€ y en él se
incluyen el alojamiento (es en un albergue) y la manutención durante esos tres
días completos.
El resto de la información del Encuentro se
enviará en noviembre a los hospitaleros que vayan a participar.
Poneos en contacto a través del mail con anahosvo@caminosantiago.org para
solicitar plaza o aclarar dudas. También en el teléfono 941 245 674 con Marta y
Mayte o a hosvol@caminosantiago.org
Es importante que en el campo asunto de vuestros mails aparezca el
nombre del hospitalero; por ejemplo: Pepe Quiñuelas quiere ir a Castellnou.
Si llamáis a Logroño identificad el mensaje con vuestro nombre.
jueves, 27 de septiembre de 2012
Una sombra en el campo de la estrella. El cuento completo.
Una sombra en el campo de la estrella
¿Qué me inspiró a la hora de escribir este cuento? Por cierto, uno de los que más trabajo me dio y mas tiempo me llevó hasta concluirlo. No son mas que cuentos de peregrinos disfrutando del Camino Francés.
El miedo, el horror de estar vivo y no saber. Los sueños, las pesadillas que nos atormentan y te despiertas a las tantas de la madrugada sin saber por qué. Y el buen humor como defensa y medicina ante el terror cotidiano. Incluso caminando por las prodigiosas tierras del Bierzo pueden sobrevenirte momentos de pánico.
Por otro lado es un pequeño homenaje a don Antonio Pereira, uno de los mejores escritores españoles del siglo XX; natural de Villafranca del Bierzo. Que con sus cuentos prodigiosos abrió caminos insospechados para toda la literatura de auténtica calidad. Un gran maestro, sobre todo de la fantasía, la ilusión perpetua, pero enraizada en los mitos y leyendas de su tierra leonesa. Una de las mas fértiles del mundo en ese aspecto.
Leer este cuento y que los aromas de los caldos bercianos y su comida sincera invadan vuestros sentidos mas primitivos y auténticos.
Una
sombra en el campo de la estrella
¿Qué haces sentado al sol, peregrino?
−Observo las esculturas que hay en
esa finca, ¿qué trata de expresar el escultor? Un rostro con mujer encadenada,
seres humanos, caballos; lo que pasa por la mente humana. Llevo un buen rato
llamando al timbre de la finca pero no responde aunque parece estar en la casa
−Mejor será que continuemos hasta
Villafranca. Hace mucho calor y necesito tomar líquido cuanto antes; debo estar
deshidratado
− ¿No paraste en Cacabelos?
−Sí, y me tomé una gran ración de
pulpo; ahora necesito beber cuanto antes
− ¿Dónde está el larguirucho que te
acompaña? Os oí anoche charlando en el albergue de Molinaseca
− ¿Y qué decíamos?
−No entendí gran cosa pero parecía
interesante
−Hablábamos de estrellas y de cosas
incognoscibles; caminos imposibles entre universos alternativos
−Entonces mejor será apurar para
llegar al albergue de Jato y pedir una gran jarra de sangría; esperaremos allí
a tu compañero
−No es mi compañero; es un
americano con una historia muy especial a sus espaldas. Pero sigamos andando.
− ¿No será espacial? No para de
hablar de estrellas y constelaciones
−También hablo yo de ellas y soy
vasco
−Yo de Badajoz y prefiero hablar
del jamón y las jamonas
−También a mí me gustan pero con
este calor no consigo ni pensar en ello
−Tranquilo, que a la primera jarra
invito yo
−Me preocupa ese hombre; tiene
cosas horribles en la cabeza y viene de peregrinación, no de turismo.
−Yo me quedé en el paro hace un mes
y mejor ni te cuento lo que tengo. Al yanqui le llevamos esta tarde a cenar en
un sitio que conozco y con cuatro chupitos verás cómo suelta lo que le amarga
la existencia. A mí lo que me preocupa es cómo subir mañana el Cebreiro.
−Si no tuvieses esa barriga y ese
sobrepeso no estarías tan preocupado. Deberías hacer algo de deporte.
− ¿Más deporte que poner ladrillos?
¿Cómo estás tú tan delgado? ¿No comes caliente? Porque los vascos sois de buen
yantar.
−Soy marino y la mar es mi madre y
mi alimento
−O sea, merluza y bonito de pincho
−Algo de eso, también sardinas.
¡Gracias a Dios! Ya se ve Villafranca. Una fuente ahí abajo, tengo que beber
como sea. Disculpa.
−Pero, ¡pijo! No hace falta que te
arrodilles, ¡ni que te diera de beber un ángel!
− ¡Tú qué sabes! Me sentía como si
la muerte me abriese la barriga en canal y por ahí se me fuese el alma y todo
lo que contenga
−Bueno, pues entonces bebe lo que
necesites; no eres un gigante en lucha con un guerrero navarro. Te llevaré la
mochila hasta el albergue de Jato y te esperaré con una gran jarra en la mano.
¡Y reza!
Por Dios no te vayas a quedar aquí
tirado que estás a dos pasos del refugio; esta noche cenaremos con el yanqui y
hablaremos de luces y estrellas y chicas de hermosas y largas piernas. Tienes
un bajón tremendo que se pasará rápido y en paz. Te espero. No dejes que las
mujeres encadenadas o lo que te pase ahora por la mente te noquee.
El sol es un yunque de plomo cayendo
sobre su cabeza con continuos golpes pero el agua refresca su cuerpo y alivia
su ser interior; tirado en el suelo, al pie de la fuente, se siente como si
estuviera en su barco azotado por la peor de las marejadas. Meses y meses al
albur del viento, el mareo, el turbión imprevisible, los delfines y gaviotas
por compañeros, abismos insondables, las olas inmensas, noches de tormenta con
las emociones desatadas. ¡Y arriba! Solo estrellas.
Y no paraba de rezar. Dichoso Cabo
de las Tormentas. La vuelta al mundo; eso fue lo que se propuso, y en
solitario. La soledad. Hablando con las gaviotas, temiendo a los piratas;
intentando alejarse de la maldad del ser humano se alejaba de toda costa
habitada y tan solo veía una rápida estrella pasando cada noche sobre la vela
mayor y al dormir, algunas noches, con extraños seres le parecía conversar.
¿Deliraba? Le hablaban de redes cósmicas, caminos entre galaxias por los que
intentaban transitar y a menudo se perdían.
Él les decía: tenéis que encontrar el camino del caracol ¿o sería de la caracola?
Ni el mismo lo entendía. Solo recuerda la imagen de un peregrino medieval que
tomaba la dirección del grupo y les guiaba por un camino tachonado de estrellas
hasta el interior de una antigua catedral. Completamente extrañado e interesado
por descubrir el enigma vislumbrado al terminar su hazaña de dar la vuelta al
mundo en solitario tomó su vieja mochila y se puso a caminar hacia Santiago.
− ¡Hey! Patrón ¿tan cansado estás?
Anda, levántate hispano narigudo; una docena de cervezas heladas nos espera ahí
delante
−Un segundo,Glenn, que recupere el
resuello; muy bien llegas tú al final de un día tan caluroso.
−Buena comida y vino blanco muy
frío en Cacabelos.
−Yo paré a comer pulpo en una
terraza y tomé vino tinto en buena cantidad.
−Yo en un restaurante cerca del
río, ¿y tú mochila?
−Se la llevó un compañero a un
albergue que hay más allá de este cercano. Nos espera con sangría y alegría.
−Preferiría una ensalada tropical y
cerveza ligera
−Pues vamos allá. ¿Sabes que en esa
iglesia se encuentra la Puerta del Perdón? Solo en años jacobeos se abre y da
la misma remisión de los pecados que Compostela otorga a quienes no puedan
continuar
−No es por eso por lo que estoy
aquí. Si me quieren perdonar que lo hagan si quieren. Voy buscando algo.
− ¿Y qué es? Si se puede saber;
pues no paras de decir que vienes como peregrino a este viejo camino
−Una sombra entre las piedras que
me guíe hacia un gran misterio que me atormenta desde mis días entre las
estrellas. Aquellas jornadas agotadoras eran un martirio en la estación
espacial, parecía que el universo entero nos golpeara; una infinidad de
alfileres se nos clavaban en todo el cuerpo y al dormir solo la aparición de
una sombra en un rincón, entre paredes de piedra, me calmaba y adormecía.
− ¿Y cómo era la sombra?
−La de un peregrino con su bastón.
Y también escuchaba sonidos musicales de canciones medievales. Al volver a la
tierra pedí licencia por unos meses y me vine a buscarlo en este Camino.
− ¿Y no tienes más indicios?
−Una ciudad con forma de caracol es
donde se esconde la sombra.
−Creo que ahora sí que te puedo
ayudar; también a mí algo me dijo que me pusiera a caminar. Voy pensando en
algo mítico, extraño, antiguo. Pero solo encuentro novedades.
−Mira esa chica rubia, parece
Andrómeda; podemos seguirla por si coincidimos en el mismo albergue.
−Mientras no se la lleven esta
noche en una jaula dorada, por mí encantado.
−Quedan cuatro pasos para llegar;
aquí se ve esa iglesia tan famosa. Pero está muy desvencijada.
−Son los siglos que tiene encima y
el paso de tanta gente canalla. Ahí se ve el albañil que nos espera con el
refresco.
− ¡Al fin llegan los dos más
perjudicados de todo el Camino! Un poco de sangría mientras selláis la
credencial os vendrá fenomenal. ¡Veréis que ambientazo tiene el local!
Unas horas más tarde sentados en un
restaurante familiar del centro de la villa se encuentran los tres peregrinos
charlando sobre las experiencias de su vida y los días que llevan caminando. El
americano pide una cerveza irlandesa mientras sirven el menú y exclama:
−Tal vez podría surgir un
duendecillo irlandés de esta copa y nos alegraría la cena con sus desvaríos.
−Aquí están sobrados de duendes y
hadas. ¿Os habéis fijado en las caras y figuras que había en esa casa cercana?
−Es la casa del escultor. Esta
villa fue inicialmente poblada por gentes venidas de toda Europa y seguramente
trajeron consigo leyendas de sus lugares de origen; pero tú, hombre del
espacio, ¿no nos podrías contar algo de tu compañera en la estación espacial?
−Era europea y no conectamos en
absoluto. Aquella sí que era una auténtica Andrómeda. Nadie podía dormir apenas
en la estación; pero ella, cada noche se envolvía en las mantas térmicas
doradas, recitaba algún tipo de oración y se quedaba como un tronco horas y
horas. ¡Como si desapareciera!
−El caso es que ella dormía y tú
no. Y no le quitabas el ojo de encima.
−Yo intentaba dormir y tan solo oía
voces y medio soñaba historias de marinos recorriendo el mundo de abajo en
lucha con las olas y los piratas. Pero una noche tuve un sueño especial.
−Cuenta, cuenta, que ya viene el
primer plato.
−Soñaba que caminaba sobre una
inmensa senda espacial; millones de estrellas pavimentaban el camino y por
donde mirara galaxias sin fin llenaban los cielos. En un momento dado yo
gritaba: ¡Pero no hay más que esto!
De repente caía en un insondable
abismo donde nada se veía o percibía, ¡incluso ni a mí mismo! Asustado hasta un
límite insoportable volvía a gritar: ¡Perdóname! ¡Seguiré tu guía! A
continuación me encontraba paseando por calles con casas y suelos de granito,
yendo de un lugar a otro y sin entender nada ni a nadie. Alguien me susurraba
¡sigue la senda del caracol! Y escuchaba una antiquísima canción inglesa de
Henry Purcell, sobre el poder del Amor, y mis pasos me llevaban hasta una gran
catedral.
Pero yo me revolvía y gritaba al
cielo: ¡No es aquí donde quería venir! ¿Dónde está mi compañera? Y, como en
otra visión fantástica, veía a una hermosa mujer –astronauta- caminando por la
misma senda de estrellas que yo estaba recorriendo pero dirigiéndose a un
inmenso agujero negro. En él se adentraba rápidamente y se disolvía. Nada de
ella quedaba al instante siguiente; incluso de mí se borraba el recuerdo de su
aspecto y su bello rostro. Allí incluso la luz más lejana se adormecía entre
profundas sombras y millones de estrellas se precipitaban en un infierno
helado. El corazón se me encogía y me sentaba en el frío suelo.
De nuevo una voz me decía,
imperiosa: ¡Busca la sombra del peregrino! A su lado está la puerta por la que
deberás entrar antes del fin de tus días. Yo pensaba: ¿peregrinos? ¿Los que
llegaron en el May Flower?, el día de Acción de Gracias, el pavo, los indios,
cosas de esas…
Pero era la sombra de un peregrino
medieval recortada contra las paredes de la catedral, y las gentes al pasar
gritaban festivas ¡Ultreya, suseya! Así que en cuanto volví a la tierra,
indagué, compré una guía, volé a París, me puse a andar y aquí estoy.
Intentando resolver el enigma.
−Tú lo que buscas es a tu media
naranja. ¡Paseos espaciales! Ni siquiera le has dicho nada a esa rubia tan maciza
con la que llegaste al albergue.
−Lo intenté a la puerta del
albergue pero estaba enrollada con un grupo de titiriteros y cuenta cuentos que
estaban montando un show. Había incluso un traga fuegos.
−Haberla invitado a cenar. Por si
no lo sabéis en este restaurante tienen una norma: el que deje algo en el plato
paga la cena de todos; y este americano es el que tiene más necesidad de
alimentarse. ¡Estás tan delgado que no sé cómo te mantienes en pie! ¿Pido un
botillo?
− ¡Si tú supieras cuantos kilos
perdí allá arriba y en qué estado me encontraba al volver! He necesitado muchas
proteínas y vitaminas antes de poder salir a caminar por el campo. Parece que
tuviera vente años más de los que en realidad tengo. Estupendo para la ciencia
pero terrible de soportar. Ver la tierra sobre tu cabeza y después bajo tus
pies continuamente produce una sensación de infinitud inmensa. Y uno termina
por no saber ni lo que es. Con esta carne a la parrilla me sobra; es parecida a
la tejana que suelo tomar en Houston
− ¡Ahí va! ¿Os habéis fijado? Se le
ha caído una lentilla al camarero en mi chupito. Es verde. Ha debido ser el
duende irlandés buscando alegrarnos la noche.
−Es la nórdica de la mesa de atrás;
está con una colombiana que quita el sentido. Ya las he visto juntas más veces.
El camarero no tiene ojos para otra cosa desde que entraron. Debería temerla
más que acecharla.
−Esa rubia tiene peligro. Como siga
en esa línea será una buena Deméter dentro de unos años
− ¡Ya! Y sus hijas Melisas. ¡Este
marino! Aunque es verdad que algo tiene que a los hombres que se le acercan les
vuelve diferentes de algún modo. Ya he coincidido con ella en algún albergue y
me da hasta temor hablar con ella. Compartimos litera. Tú tienes al lado a la
hispana.
−Yo lo que temo es la subida de
mañana al Monte del Cebreiro. Te cedo gustoso quince kilos de los míos. Esas
chicas son mucho para mí.
− ¡Tú que vas a temer eso! Lo que
temes lo tienes bien escondido; mejor será que nos vayamos a dormir y mañana
será otro día. Y no nos digas que no te gusta dormir bien acompañado.
Una hora después están cada uno en su
litera pero entre el calor y los ronquidos son incapaces de pegar ojo; así que
haciéndose una seña marino y albañil se bajan a la puerta a charlar otro poco
más y se les une un simpático portugués.
− ¿Tenéis cambio para sacar un
refresco de la máquina?
−Si claro; ¿tú no serás albañil?,
como la mayoría de los portugueses
−Estudio para ingeniero y estoy de
vacaciones. Estabais con un americano cenando ¿está durmiendo?
−Sigue en sueños al buitre que le arrebató
la Andrómeda noruega que duerme a su lado. Aunque él diga que no le atrae.
−Pues con esta niebla que está
cayendo se va a perder entre nebulosas
−Tú sí que te perderías tras esa
ninfa ajada
− ¡Anda, y tú! Y de ajada nada; lo
que pasa es que estaba cansada al llegar. No ves que todos los ibéricos
pensamos de la misma manera.
− ¡Ya!, y viajamos en una balsa de
piedra por el tempestuoso mar de las crisis financieras.
−Algo habremos aprendido de los
pícaros españoles de otros siglos.
−Eso seguro; y a los dos lados de
la frontera. Y lo de ibéricos irá por los embutidos.
−De acuerdo, pero prefiero pensar
en vieiras y zamburiñas.
−Con esas zapatillas galácticas que
calzas seguro que llegas el primero de todos mañana al albergue.
−Y además he contratado que me lleven
la mochila hasta el albergue.
−Voy a hacer lo mismo; pues si no
con esta barriga no llego hasta anochecido.
−No hagas trampas; que tú vas por
lo auténtico. Me da la impresión que ya has hecho el Camino más veces.
−Hace cuatro años con una panda de
amigos. Y será mejor que intentemos dormir algo.
Ya de madrugada parten los cuatro
avezados peregrinos por una carretera bordeada de hermosos árboles entre la
niebla. Nada más pasar un túnel el extremeño cree oír el trino de un ruiseñor y
se sienta sobre un mojón.
− ¡No te quedes ahí!, le dice el
vasco; no te vaya a pasar como al abad del Camino que por quedarse a escucharlo
se pasó tres siglos en paradero desconocido.
−Y volver al momento de tomar una
nave espacial e ir a buscar la novia del astronauta antes de caiga en el
agujero negro.
−No seas merluzo y camina.
−Es que tengo miedo de seguir
adelante; como si presintiese algo malo.
−Es por el silencio; no estás
acostumbrado a esta quietud, será mejor que continúes con nosotros. No te
quedes solo. ¡Es el silencio!
−Bueno, será mejor que continúe con
este pícaro portugués y que me cuente que hacía anoche con las chicas
malabaristas cuando nos fuimos a dormir; porque armaban un jaleo tremendo.
−Nada de particular; mejor será que
escuchemos al astronauta, que ese sí que sabe del silencio y esas cosas. Caminar
casi a oscuras entre álamos llorosos un día de niebla puede inducir a malos
presagios.
−Pero la jarana que tenían montada,
¿a qué era debido?
−Son gente que vive así, tipo
comunas, pero en edificios abandonados en el centro de una gran ciudad. Se
visitan unos a otros y les gusta esa manera de vivir un poco al margen de la
sociedad.
Este año unos cuantos decidieron
venir al Camino y van haciendo filigranas por los pueblos para ir tirando. Lo
que más les impactó fue pasar por Atapuerca. Vieron dólmenes a la entrada del
pueblo, un museo dedicado a la gente primitiva, y círculos de piedras en un monte
cercano. No paran de hablar de esas cosas; de chamanes, monolitos, y las
primeras peregrinaciones de los seres humanos buscando lugares sagrados.
−Mucho no habremos cambiado aunque
ahora tengamos astronautas
−El caso es que una de ellas,
estando en Carrión, tuvo un extraño sueño y anoche me lo contó.
Era un hombre extraño entre los hombres,
pintaba su piel de azul, caminaba sin descanso siempre hacia el oeste pasando
por amplios valles y largas mesetas, siguiendo el cauce de los ríos perseguido
más por sus temores interiores que por seres reales, escondiéndose en cuevas y
matorrales, comiendo incluso carroña con tal de no ser visto, buscando un
refugio en el fin del mundo.
Recorriendo una cadena de montañas
que parecía interminable, collados de niebla y frío, −siempre el frío que se
cuela en tu interior−, llegó a unos profundos valles poblados de bosques casi
impenetrables con abundancia de vida silvestre. Persiguiendo rebecos subió
a un alto lugar desde donde podía divisar el mar y la más preciosa puesta de
sol que nunca pudo imaginar. Entre barrancos y grandes peñas encontró una
pradera donde construyó un chozo de piedras y ramas, plantó cerca unas semillas
que consigo traía y cazaba por los alrededores con una honda y una jabalina.
Decidió quedarse por un tiempo indeterminado y conocer la zona y espiar a sus
habitantes.
Un día encontró una peña en el
centro de un prado de un tipo muy peculiar y decidió hacer nueve círculos de
piedrecitas alrededor de ella; colocando en cada círculo una piedra de tamaño mayor
formando tríos en una posición que a él le resultaba familiar por los ritos de
la tierra de la cual procedía. En una pared de la montaña cercana grabó en una
piedra lisa un signo que le hiciera recordar quién era y de dónde venía. Con
las más duras lajas que pudo encontrar marcó dos círculos grandes uno junto a
otro, y otro, más pequeño, sobre ellos. Coloreó de rojo los grandes y de azul
el pequeño. Cuando algún otro ser humano pasara en algún momento por aquel
lugar quizá pensara en un mapa estelar o santuario dedicado a las estrellas
pero su verdadero significado se lo llevaría consigo a la otra vida.
La saltimbanqui soñadora vio con claridad
el gráfico pétreo y escuchó una voz que le decía: “ten cuidado con el toro que persigue a la doncella pues la quiere raptar”; y no deja de dar la
paliza a sus compañeros de que busquen ese símbolo por todas partes pues algo
le dice que está relacionado con este Camino, con sus místicos orígenes, y que
en algún lugar se podrá encontrar.
−Eso es el Rapto de Europa; un mito
muy antiguo. Hasta estas tierras llegó con los griegos y por eso hay unas
montañas que se llaman Picos de Europa. En Carrión se podían ver desde el
mirador de Nuestra Señora de Belén y esa noche tuvo un sueño relacionado con
esas peñas.
−Yo también, cuando estaba en la
estación espacial tuve sueños de ese tipo. Pero será mejor parar a desayunar en
un bar y, si queréis, os cuento uno muy especial.
−Cuenta, cuenta. Que eso de ver el
planeta sobre tu cabeza debe ser algo extraordinario.
−En una ocasión soñé que me
encontraba en una pequeña nave espacial de aspecto esférico.
Por la escotilla podía ver Saturno y sus preciosos anillos y no hacía más que mirar y meditar. A un lado tenía la Vía Láctea con todo su esplendor y el infinito universo; al otro el planeta madre, la Tierra. No hacía más que considerar los pros y los contras antes de tomar una decisión. Dentro y fuera, arriba y abajo, lejos, cerca, ayer, mañana, Un mundo propio, un Saturno personal rodeado de las cosas más bellas, girando brillantes alrededor. Una ilusión.
Por la escotilla podía ver Saturno y sus preciosos anillos y no hacía más que mirar y meditar. A un lado tenía la Vía Láctea con todo su esplendor y el infinito universo; al otro el planeta madre, la Tierra. No hacía más que considerar los pros y los contras antes de tomar una decisión. Dentro y fuera, arriba y abajo, lejos, cerca, ayer, mañana, Un mundo propio, un Saturno personal rodeado de las cosas más bellas, girando brillantes alrededor. Una ilusión.
El artefacto estaba repleto de todo
tipo de antenas exteriores pero yo no deseaba comunicar con nadie. Encerrado en
mí mismo me echaba en la litera y, con los ojos cerrados me sentía por un
instante solo en el universo. Pero al momento siguiente me sentía flotar y
parecía como si girara, ingrávido, constantemente, por lo que al poco tiempo me
levantaba y volvía a mirar por la escotilla. Así que agitado e iracundo gritaba
al universo: ¡Estoy yo!
De repente me sentía flotar en un
extraño mar y una extraña y sensual música comenzaba a surgir por todas partes;
una dulce voz de mujer me cantaba: Mira la belleza de este mar, flota entre sus
dulces olas, observa el alto acantilado y el dorado cielo sobre ti ¿No ves los
pescadores? ¡Piénsalo bien! ¡Qué suerte estar aquí! ¡Encuentra esta playa y te
encontrarás a ti mismo!
Y a continuación me desperté, me levanté, y me fui a dar pedaladas en la bicicleta estática durante un par de horas para que se me pasara la impresión.
Y a continuación me desperté, me levanté, y me fui a dar pedaladas en la bicicleta estática durante un par de horas para que se me pasara la impresión.
−Esos son recuerdos de cuando
estabas en el espacio; y por lo que te estado escuchando estos días no parece
que tu Camino vaya a terminar en Compostela.
− ¿Y eso por qué? Tengo la reserva
de avión confirmada. Me esperan en Cabo Cañaveral.
− ¡Pues cámbiala! Que espere la
Tierra Florida. Tu sombra se encuentra en un rincón detrás de la catedral de
Santiago; en la Plaza dos Mortos. Yo te llevaré a verla. Pero la extraña playa
de tu sueño se encuentra más allá.
− ¿Dónde exactamente?
−En el fin del mundo. Fisterra. La
playa do Rostro. A la puesta de sol. Allí deberás bañarte a la puesta de sol y
verás los pescadores. Habla con ellos y algo te darán que marcará tu vida para
siempre.
− ¿Y tú como sabes tanto e
interpretas los sueños con tanta facilidad? Me pareces un iluso y un charlatán
−Porque te digo que soy albañil me
crees un ignorante pero mis antepasados construyeron catedrales; y tu sueño te
indicaba que más allá de lo que puedas descubrir explorando el universo siempre
te quedará por descubrir quién eres tú. Puedes crear un mundo, puedes
destruirlo, pero sigues sin saber quién eres tú.
−Es curioso, ahora que lo pienso, es
como si algo nos hubiera hecho venir a esta ruta en especial y encontrarnos con
unas personas determinadas. Yo también guardo una profunda impresión de algún
tipo de sueño o alucinación.
Me encontraba con mi barco cerca de
un cabo de impresionantes farallones, era al crepúsculo, y me abstraía al
observar el faro en lo alto del peñón, cuando, de improviso, algo agarraba el
barco, como un Maelstrom, y me hacía girar y naufragar; intentaba nadar, pero
me iba al fondo, la angustia y el ahogo podían conmigo y cerraba los ojos;
veía, ¡qué sé yo! Redes, redes inmensas unían galaxias sin fin haciendo como si
formaran un organismo vivo de algún tipo; seguía sumergiéndome y observaba
otras redes similares que unían las más pequeñas partículas entre sí, sintiendo
una inesperada sensación de vitalidad e irrealidad unidas; pero me seguía
hundiendo hasta la oscuridad total.
Y me ponía a rezar sin esperanza. ¿Por
qué me has dejado hacerlo? Gritaba. Una red dorada me atrapaba y me hacía salir
de nuevo a la luz del sol envuelto entre las olas. Eran pescadores, y me izaban
a su barca. Sin decir nada me llevaban a una playa cercana y allí me sentaba a
contemplar la costa y la puesta de sol como si no hubiera pasado nada.
−Otro para Finisterre a quemar las
sandalias a la puesta de sol. Por eso vais juntos. Yo me quedo con el
larguirucho portugués que es un buen punto para pasarlo bien de aquí al final.
Os contaré mi historia del porque he vuelto al Camino y mi canguelo actual.
Fue hace años atrás, pasando por
estos pueblos; solo recuerdo que era de noche y caminaba en una espesa niebla
cuando, en una revuelta de la senda me encontré a una robusta mujer vestida de
negro empujando un carretillo. Cargaba con grandes piedras y con unas largas
tiras de telas llevaba forrado el cargamento; incluso un hombre forzudo y
acostumbrado se sentiría muy forzado con lo que empujaba.
La detuve y pregunté dónde iba. Soy
Paulina y voy al cementerio; esto es lo que llevo en el alma. ¿Tú qué eres y
qué harías con esto? Me dijo. Soy albañil y con las piedras haría un muro. ¿Y
darías con tu cabeza en él por todo el mal que has hecho en la vida? No, sería
para parar el agua cuando vienen las riadas. Mejor sería que en ellas te
lavaras. ¿Tan mal me ves? Tan malo eres. ¿Ves estas telas? Son los restos de
todos los vestidos, adornos, y bagatelas, que en mi vida me puse para gustar a
idiotas como tú. ¿Ves estas piedras? Son los recuerdos de los hombres que
conocí; y muy íntimamente por cierto. Eran como tú; pero, bueno, algo tendrás de
sano en el corazón. Lo que te dieron en la primera comunión. Ya se te habrá
olvidado. Pero ¿no hay solución con los hombres? Sigue caminando conmigo, coge
una piedra del suelo y déjala al pie del primer crucero que encuentres. Eso es
tu corazón. Te lo dice Paulina que tantas piedras del alma se sacó.
Cogí una piedra pequeña del suelo y la
guardé en el pantalón y pocos metros más allá alcanzamos el cementerio. Las
tapias se caían a pedazos y sobre la puerta vi el símbolo de un corazón azul
sobre dos flores rojas. Intenté acompañarla al interior pero me paró en seco
con una fuerte exclamación. La esperaban un grupo de mujeres, todas vestidas de
negro y pañuelo en la cabeza que salieron al paso para echarme. Paulina me
indicó que continuara. Sigue el camino y deja los ladrillos; cuando llegues a
la fuente de Laguna te lavas profundamente y, cuando alcances el alto, entra en
la capilla y ponte a meditar cuantas piedras has echado en tu vida y las que
echarás.
Ten cuidado con el trasno que
tienes por cabeza, que te tentará para perderte; y del diaño que tienes en el
vientre, que no paras de comer y reírte hasta de tu sombra. Son tus males
propios hasta que te mueras; aquí te esperamos para darte un entierro
verdadero.
Fue como en un sueño o visión que
no me explico pues el día que subí al Cebreiro fue soleado, no encontré mujeres
extrañas, ni vi nada raro o especial; así que hoy, al estar con esta niebla
cerrada, me invade un terror inexplicable y siento tremendos crujidos en el
vientre. ¡Me voy a morir!
−Ya basta, pijo; que otros lo
llevamos peor
−No serás tú; que llevas todo el
Camino de gorrón. Aquí el ingeniero. El portugués.
−Pero no sabes nada de lo mío y en
algo os podría ayudar. Gorrino.
− ¿Por ejemplo?
−Mira, esto del Camino lo lleváis
muy mal; pero todos. Parecéis forzados que fuerais tirando todos de una misma
soga arrastrando un gran peso al que llamáis pasado o destino. Y no es así, algo
habrá que os impulsa a hacerlo; no lo sé. Quizá os pueda servir mi experiencia
mientras tomamos café en esta cafetería llena de camioneros donde nadie podrá
oírnos.
Habláis de sueños y visiones, alguna os
voy a contar yo; sobre todo si me invitáis a una ensaimada. Una noche, en
Lisboa, en plenos exámenes finales, con el estrés de aprobar todas las
asignaturas me quedé dormido, y soñé viendo un cielo oscuro donde tres
estrellas de colores iban realizando como una extraña danza hasta llevar mi
vista hacia una estrella que iba surgiendo de la oscuridad y su blanca luz
lograba eclipsar a las otras; ¡se movían! Y guiaban mi vista hacia un monte
boscoso donde su luz se proyectaba; allí comenzaban a llegar gentes de todo el
mundo y se edificaba una ciudad y una catedral que me resultó conocida. Entendí
el mensaje como un profundo enigma a resolver y apenas terminé los exámenes y
me fui hacia Roncesvalles para hacer el Camino. No por ingeniero dejo de ser
algo místico.
− ¡Bueno! Y eso que tiene de
extraño; la gente viene a esto por las razones más variopintas.
−No, eso no es lo raro. Lo raro fue
una noche; al dormirme vi a mis compañeros de albergue levantarse como en
sueños vestidos de Arlequín, Pantalone, Colombina y demás, como en una Comedia
del Arte, y montar toda una representación de ópera bufa en el patio del
albergue. Al preguntarles de que iba aquello me respondieron. ¡Pero si eres tú!
no vas a saber de qué va. Solo tienes
que dar lo mejor que tengas.
Días más tarde, cerca ya de León,
paré a merendar entre chopos junto a un arroyo y me quedé dormido; al pronto me
vi como arrebatado al espacio y veía las galaxias y nebulosas desfilando bajo
mí. No sabía que pensar pero me dejaba llevar por la visión de tan hermosa como
era; llegado a un punto casi podía gritar de júbilo por la belleza de lo visto
y lo que alcanzaba a entrar en mi comprensión, ¡todo lo que había estudiado y
mucho más se desplegaba ante mí! Números y fórmulas, letras y símbolos, las más
extrañas construcciones, seres imposibles de concebir.
Casi al punto de una explosión
emocional sentí como una presencia terrorífica se abatía sobre mí: Era una
inmensa araña que descendía del cielo oscuro hacia las galaxias y nebulosas, ¡y
comenzaba a comer! Lo comía todo. Destruía tanto estrellas como galaxias,
sueños e ilusiones; como el tiempo, acababa con todo y en un instante sentí que
me miraba a mí.
Rezaba todo lo que mi abuela me
enseñó e intentaba escapar viajando como a brazadas, a toda velocidad, por una
gran galaxia espiral, daba brazadas de estrellas; cuando, de repente, una voz
femenina oí, rezaba como yo, y aquel sentimiento me guiaba hacia una pequeña
nave espacial y me decía: ¡habla con el que persigue la sombra de un viejo
peregrino! Había un hombre sufriendo y soltando imprecaciones de todo tipo al
espacio sideral y más allá. Arrodillado, me agarraba a su pecho y suplicaba:
¡Por dios bendito! ¡Qué hago! ¡Me comerá! ¡Nos comerá a todos!
¡Pues no sé! Yo sueño con una
playa, marineros que pescan personas y las conducen a un pueblo medieval.
¡Vuelve a tu hogar! Y no te escapes más. Pero, ¿qué es esto que me persigue?
¿qué es esa araña inmensa? Es el Poder que los seres humanos llevábamos
milenios intentando conseguir. Simplemente es algo interior que tanto construye
universos como aniquila almas por millones; evita que te atrape y sigue la
estrella de tu visión. ¡Y despierta de una vez!
−Pues sí que te sentó mal la siesta
−Peor me sienta recordarlo, que me entra
un dolor en el culo que no me aguanto. Entrando en León os vi y os he seguido
desde entonces intentado unirme a vosotros. Pero quizá fue peor ayer por la
tarde; estaba muy cansado por el calor y el hambre así que intenté dormir la
siesta. Apenas estaba comenzando a dormir entraron cuatro de los de la Comedia
del Arte y me soltaron: pero bueno ¡tú no tienes alma!, ¿qué haces así?
Les dije que necesitaba dormir,
recuperarme, y que ya hablaríamos después. Apenas me quedo de nuevo como dormido
dos viejas vestidas de negro me vienen a buscar y me dicen que tengo que hablar
con mi madre y mis abuelos ¡que ya hace años que fallecieron! Y me sacan del
albergue.
No recuerdo de qué hablamos pero sí
que veíamos restos industriales de todo tipo ahogados por malas hiervas y
oxidados, niños jugando al escondite, una pareja de jóvenes besándose, viñedos
a punto de ser vendimiados, cercas de alambre por todas parte, ¡de las que yo
sentía que tenía que escapar! Y sobre todo chatarra, plásticos, materiales de
construcción, máquinas de todo tipo abandonadas; y yo todo el rato pensando:
¡quiero ser ingeniero! Una y otra vez.
Al fin las viejas me llevaban de
vuelta al albergue mientras veía a la gente de la villa pasar junto a mí con
una velocidad inaudita, espectros veloces, como si huyeran o atacasen; y las
abuelitas me decían al despedirse: si no puedes aguantar coge el tren y vuelve
a casa; pero sea como sea esto no lo olvides y sigue siendo Camino.
Al despertar bajé al centro de la
villa y os encontré cenando.
− ¿Y qué piensas ahora que estás
con un astronauta de la estación espacial?
−Que aquella astronauta que rezaba
no iba camino de un agujero negro sino el resto de la humanidad. Que el marino
y tú ya habéis estado en esa playa del fin de todo, y aquí el albañil tragón además
de poner ladrillo sobre ladrillo ha pescado más gente que un cardenal. Yo
presiento que hay alguien entre nosotros que puede resolver nuestros enigmas y
entrar en el verdadero misterio que todos perseguimos escondido tras tantos sueños
e ilusiones. Cuando pregunto al cielo algo responde: busca al alemán. ¡Pero hay
cientos de ellos por todos los albergues! Ya no sé qué hacer.
− ¿A qué cielo preguntas?
−Será uno muy extraño donde no hay
arañas inmensas que me puedan devorar. Mejor será que salgamos a la calle y
continuemos. ¡Anda! ¿Y este perro tan bonito?
−Viene conmigo desde Navarra; es
todo un peregrino
−Eso lo seremos todos; y, además, ¿que
eres en la vida?
−Médico que busca cura para una
enfermedad imposible
−Pues aquí vas a tener buena
clientela con todos nosotros
−Pero si tú lo único que tienes son
unos kilos de mas
−Sí, pero no veas como tenemos la
cabeza llena de cosas raras. Por cierto, ¿de dónde eres?
−Del sur de Italia, Nápoles, dejar
la cabeza tranquila; mejor será que sigamos caminando y nos arropemos los unos
a los otros. Ya encontraremos quien nos dé el grano para hacer el pan que
necesitamos
− ¡Yo sé de una nórdica que nos
podría dar mucho de eso!
− ¡Ya!, y su compañera mucho de lo
otro. Mejor será continuar caminando que nos quedan muchas cuestas por subir
−Y tú, italiano, ¡cuida del perro!
Parece el más sensato de todos los presentes. Si quieres puedes acompañarnos
− ¿Vais detrás de algo?
−Bueno, va delante una morena que…
−Ya, la de lo otro; caminemos.
Y siguieron caminando, caminando, y caminando llegaron a Galicia hacia Compostela y el más allá. Pero eso ya será el tema de los próximos cuentos.
Espero vuestra opinión sincera sobre esta iniciativa que estoy publicando en Internet. La versión escrita la podéis encontrar en cualquier librería o solicitarla.
El escultor villafranquino al que aludo en el cuento es Arturo Nogueira. Tiene su taller a la vera del Camino, unos dos kilómetros antes de llegar a Villafranca del Bierzo. Y su casa, decorada artísticamente, está en una calle muy cerca del centro de la villa.
El albergue donde pernoctan los peregrinos es el Ave Fénix que Jato ha levantado a las puertas de la Iglesia de Santiago: http://www.albergueavefenix.com/.
Siempre me acordaré de él cargado hogazas de pan, antes del amanecer, para ir a repartir por todos los pueblos del Valcárcel. Y recogiendo peregrinos tirados por cualquier rincón, exhaustos o perdidos.
Del escritor Antonio Pereira poco puedo añadir.
http://www.fundacionantoniopereira.com/
Ayer mismo fue homenajeado en Madrid. Y todos sus cuentos maravillosos van a ser editados por Siruela y estarán pronto a la venta: http://www.diariodeleon.es/noticias/cultura/siruela-reune-toda-narrativa-breve-de-antonio-pereira_724056.html
Recomiendo leer este artículo que le dedica Antonio Colinas, otro gran poeta leonés: http://www.diariodeleon.es/noticias/cultura/el-magisterio-de-antonio-pereira_728854.html
Para quien quiera escuchar el fantástico Aria que Henry Purcell escribió para su obra King Arthur, y que sonaba continuamente en los oídos del astronauta, puede ver este vídeo con una estupenda interpretación:
Bueno, y solo me queda añadir que si véis a Paulina con su carretillo cargado, camino del cementerio, refrenéis vuestra marcha para hacerle compañía. Le gusta charlar con los peregrinos. Aceptará gustosa que le llevéis el carretillo un rato.
Trasno es un diablillo o duende, que suele aparecerse con forma de cerdo burlón, y diaño es otro tipo de diablo bastante mas dañino.
Podéis mirar en este enlace a un diccionario de español a leonés: http://www.diccionarioleones.com/traduccion.php?q=&btn_trad=Traducir
Los personajes de los cuentos son pura creación mía, pero haciendo el Camino una y otra vez he encontrado personas que superaban cualquier fantasía propia. Me alegro de haberles conocido y fue un honor caminar a su lado.
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