Muere una estrella. Los personajes del cuento pasan al comenzar la historia por este preciso lugar, con Muxía a sus pies y, oculto tras el montículo, el Santuario de la Virgen de la Barca.
Para los que ya lo habéis leído no os digo nada más que aquello que me enseñó mi mejor profesor: "A éstos les digo las cosas con poemas y parábolas, pero a vosotros os cuento su significado aparte".
Siento no haberlo puesto en el prólogo de la edición escrita o al empezar a subir los cuentos y poemas al blog; pero para entender algo de lo que os comunico necesitáis un mínimo de cultura general. Algo que hoy día escasea lamentablemente.
Deberíais conocer joyas de la literatura universal como el Poema de Gilgamesh.
http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/ng_magazine/reportajes/7746/epopeya_gilgamesh.html
La Odisea de Homero:
http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/otrosautoresdelaliteraturauniversal/homero/odisea/index.asp
O algo mas actual como el Libro de Daniel, que viene en cualquier edición del Antiguo Testamento. No sé si alguno habréis oído hablar de libros como éstos. Supongo que aún se pueden encontrar en alguna biblioteca pública. Buscarlos, no os defraudaran.
Como esto ya no tiene remedio y ya estoy en otras cosas y otras historias, sin más, os paso el cuento.
Muere una estrella
− ¿Qué te ocurre, Marc? ¿Te noto
siniestro? ¿Por qué te has sentado si nos queda tan poco para terminar?
−Algo grave me ocurre. Es como algo
oscuro me hubiese entrado por el vientre y me siento helado. No puedo evitar
que me castañeteen los dientes y me tiemble el cuerpo entero.
− ¿No será que te ha sentado mal algo
que has comido?
−Todos probamos el mismo menú. Es algo
que nos está llegando pero ninguno parece que lo percibáis. Dile a Laiba que no
siga andando y venga conmigo. Me duele el vientre.
−Tranquilo, Marc, ahí vienen los demás.
Laiba estaba haciendo fotos de Muxía. Se ve toda la ría unos pasos más
adelante.
Un par de minutos más
tarde seis peregrinos rodean a su compañero sentado en el suelo y recostado
sobre el tronco de un árbol partido.
−Esteve, ¿Tú sabes algo de medicina?
¿Qué hacemos?
−Tranquilo, Simón, si hace falta le
bajamos a cuestas hasta la carretera y llamamos a un taxi, ambulancia, o lo que
sea. ¿Cómo te sientes, Marc? ¿Qué ves?
−Me veo recostado junto al tronco de un
viejo olivo solitario en lo alto de una montaña, y me estoy muriendo.
− ¡Despierta, Marc! Le grita Carl,
dándole un golpe con la palma de la mano en el pecho
− ¡Pero no le golpees! No ves que está
enfermo; ¿a qué te doy yo a ti?
−Tranquila, Nastia; ha hecho bien. Ya se
me va. He visto cientos de pájaros negros saliendo de mi pecho dirigiéndose al
pueblo llevándose consigo el frío y el pesar. ¿Qué tendrás en las manos?
Bendito alemán.
−Pues arriba franchute, sigamos
caminando. Demasiado vino en la comida, eso es lo que te ha pasado
−Gracias, Laiba, por animarme pero
presiento que algo grave está a punto de suceder. Será mejor que lleguemos
cuanto antes al albergue. ¿Qué tal vas de tu cojera, Carl?
−Es muy fastidioso. Esta mañana al
levantarme pisé en falso con el pie derecho y ahora parece que mi talón sea de
gelatina. Me duele toda la pierna y ya no sé cómo pisar ni caminar.
−Tranquilo; en una farmacia compraremos
una talonera de gel y con un buen masaje del amigo Simón seguro que podrás
continuar algún día más con nosotros.
−Ya me ha tenido que dar dos en lo que
va de jornada. Gracias, Simón. Preferiría tener una pata de palo que caminar
así.
−No te preocupes; necesitas más descanso
que los demás y cambiar de calzado cuanto antes. Esas botas que llevas están
bien para subir a los Alpes no para hacer el Camino.
−Después de tan buena comida una larga
siesta nos vendrá a todos bien. Me gusta mucho el sombrero que Nicasia compró
en Santiago.
−Yo creo que miras como cimbrea su
cintura
−También; pero me intriga la inscripción
de la cinta que le añadió.
−Un peregrino se la dio al despedirnos;
tenía que tomar el tren de vuelta a casa al día siguiente. Un tren llamado
Arco. Y nos dijo que recitar esta frase era como lanzar una flecha al infinito.
− ¿Y qué dice? No he podido leerla
−We will be conscious of our sanctity. Es
el principio de un poema.
−Ojala se cumpla. Es una pena ver este
paisaje tan bonito con las playas y el pueblo marinero, esta costa maravillosa;
que yo ande cojo y revenido y Marc haya enfermado súbitamente. Llegamos como
espectros terribles.
−Agárrate al viejo Simón y antes de lo
que piensas estarás descansando y sonriendo.
Dos
horas más tarde, al declinar el sol van los siete peregrinos a la oficina de
información y turismo a recoger la Muxiana. Al entrar, la risueña Nicasia
saluda con un atrevido:
− ¡Buenas tardes! ¡Al fin llegan hoy
unos peregrinos!
−No sois los únicos. Otros dos os han
precedido ¿me mostráis la credencial?
− ¿Podemos saber su nombre? Serán
conocidos nuestros.
− ¡Cómo no! Se llaman Marcial y Nastia,
una chica rusa
− ¡Qué extraño! No estaban en el
albergue. Este Marcial al fin se llevó a la rusa a la cama
−Pues no estaba el hombre para muchos
trotes. Casi se arrastraba llegando a Olveiroa.
−Ya lo sé Laiba. Es una manera de
hablar. Seguro que los encontraremos.
−Están alojados en el Hostal La Cruz. Yo
mismo se lo recomendé. El hombre se encontraba muy agotado y necesitaba dormir;
no un orfeón de ronquidos
−Iremos a buscarles al volver del
santuario
−Saliendo de aquí llegareis en cinco
minutos. Aquí tenéis vuestras credenciales.
Caminan
festivos y joviales por la senda de piedra hasta llegar al santuario y bajan
hasta las piedras de las que tanto han oído hablar.
− ¡Cuéntanos, Simón, la leyenda de La
Barca!
−Ya la conocéis; nos la contó el
hospitalero, pero ignoráis que La Balsa un día puede volver al mar y abandonar
estas tierras si decae la piedad que aquí la trajo. Parece que ese día terrible
está cercano.
−En ella me gustaría embarcar
−Ya lo sé, Carl ¿sabes a dónde irías?
−En busca de los amigos perdidos; sobre
la onda marina hasta más allá de las estrellas.
−Volverías a ser niño y olvidarte de ti
mismo. Escucha a los ancianos, a los que tienen autoridad, y mantente con los
pies en la tierra.
−Eres una vieja estrella que ya nadie
sigue, Simón. Tu luz declina y se pierde entre tantas nuevas.
−Entonces serás tú, cojo y revenido,
quien nos guíe de aquí en adelante. Pero antes de marchar te contaré algo.
Caminar sobre las aguas turbulentas solo lo hizo el Salvador, pero alguien que
yo conozco estuvo una vez en lo alto de un precioso acantilado viendo a sus
pies universos sin fin como charcas en una pradera y sin dudar un instante se
lanzó, desnudo, desvalido, a uno de ellos, solo por volver a sus seres queridos
que sentía tan perdidos y olvidados. Buceador solitario que dejó atrás la
gracia recibida para acompañar a los suyos por un camino perdido durante un
tiempo incierto. El buceador que se sumergió en la vida perdiendo La Vida
todavía anda por aquí. Ahora vamos a llamar a los demás para visitar el templo.
−Recobraré el buen humor en cuanto nos
reunamos con Marcial. Yo pienso que ante nuevos tiempos y nuevos problemas
necesitamos encontrar mejores soluciones y no estar siempre rebuscando en el
pasado; y esos libros antiguos que guían a tus ancianos habría que guardarlos
en… ¡glub! ¡Arggg! ¡Laiba! ¿Nos acompañas?
− ¡Qué! ¿Paró un ángel una mosca? Porque
ya estabas soltando tonterías seudomísticas. ¡Que te las tragas todas,
germánico!
Apenas llevan unos
minutos admirando el interior del templo cuando Nicasia recibe una llamada en
su teléfono móvil que le hace salir al exterior; segundos después entra para
llamar a todos y les hace salir fuera casi a empujones.
− ¿Pero qué ocurre? Te comportas como
una chiflada
−Es Nastia. Marcial ha muerto; está
esperando la llegada de una ambulancia al hostal. Que si puedo ir a hacerla
compañía.
−Tranquila, vamos todos. Esteve ¿tú
sabes por dónde ir?
−En cinco minutos estamos allí. Venga,
tranquilos. Es bonito el lugar pero primero son los amigos.
Poco tiempo después los
siete peregrinos se reúnen con Nastia; y Nicasia, tomándola de la cintura, se
la lleva de la puerta del hostal apenas arranca la ambulancia. Caminan por las
calles de Muxía hasta entrar en una vinoteca y se sientan todos en una mesa a
tomar algo. Esteve pide una ronda y se sienta junto a Nastia pasándole un brazo
por encima del hombro.
− ¿Tú sabes cómo ha ocurrido o no
estabas presente?
−Al llegar a Muxía fuimos al hostal para
tomar las dos mejores habitaciones que tuvieran y cada uno se fue a la suya con
idea de asearse y dormir una buena siesta. Yo también me encontraba agotada así
apenas ducharme me quedé dormida; habría pasado una hora cuando me desperté al
oír unos ruidos en la ventana; había un caballo enorme, negro, alado, flotando junto a la ventana, mirándome y de su boca surgió una voz: ¡una
estrella se muere! Y desapareció en instantes. Me levanté y fui corriendo a la
habitación de Marcial; no tenía echado el cerrojo así que abrí la puerta y le
encontré de rodillas, pero erguido, las manos en la cintura, mirando fijamente
una estampita de la Virgen de La Barca. La habitación, los muebles, la cama,
las cortinas, él mismo, todo refulgía con una luz prodigiosa, brillaba, lucía
como si irradiara algún tipo de energía, radioactividad, no sé, algo
prodigioso. Al ir a decirle algo, él exclamó: ¡Madre del Amor Hermoso! ¡Detén
tu día! No sigas adelante. Y se derrumbó. Yo me quedé paralizada y la luz
prodigiosa desapareció en un instante; conseguí moverme y acercarme a Marcial
para hablarle. Pero fue imposible. Estaba tan muerto como una piedra.
Llamé a gritos al de
recepción y el hombre avisó a la policía y al servicio de urgencias. Pero todo
en vano. Marcial está muerto, y he perdido a uno de los mejores hombres que he
conocido jamás. Usé su teléfono para avisar a su familia y a Nicasia. No sabía
qué hacer.
Por una profecía o
visión vine a España pero lo mejor que pude encontrar está muerto. Volveré a
San Petersburgo y mi vida de antaño como si esto hubiera sido un mal sueño. Los
trajes de largo, las zapatillas de bailarina, la mochila de Gucci…
−No te dejaré ir tan fácilmente. Cuando
terminemos el Camino vendrás conmigo a Barcelona. Personas como tú se
encuentran pocas en la vida y no te dejaré echar a perder. No sabes nada de
arquitectura pero sabes lo que es el ser humano. Vendrás conmigo y no se hable
más. Sabes tú más de tratar con la gente
que nadie que haya conocido. También estará Simón, que vive en un barrio
cercano.
−También estaré yo, Nastia; no voy a
abandonar a este flacucho cetrino con lo que me ha costado alcanzarle.
−Gracias, Flora. Sois tan amables. Pero
no sé cómo me repondré.
−Lo vas a tener fácil con nosotros; he
pedido una ración de sardinas, según me han dicho recién pescadas, y salchichas
alemanas, y más vino. Nunca estarás sola.
−Esta Laiba no se rinde por nada ¿qué
estabas contando de otros lugares sagrados y peregrinaciones? No entendí nada
−Ya lo sé, Carl; para unas cosas estás
muy claro y para otras obtuso. Te hablaba de la peregrinación que hacen los
tibetanos al Monte Kailash. Caminan durante días, muchos de ellos de rodillas,
hasta llegar a la gran montaña sagrada y después dan vueltas alrededor suyo.
− ¿Pero qué es eso de que siguen un
sentido preciso para bordear la montaña? Siempre por la izquierda como las
agujas del reloj; vueltas y vueltas a la gran montaña en vez de intentar
subirla sin más.
−Yo tampoco lo entendía. No deja de ser
una montaña más en una zona donde están los picos más altos del mundo. Fue Ñito
el que me explicó el porqué.
− ¿El de la orientación?
−Sí, el de los chistes continuos. La
montaña figura, por su forma, en su tradición, las tres vías hacia la
trascendencia. El camino de la izquierda o vía del conocimiento, el camino del
medio o del sufrimiento personal y el de la derecha o de la devoción a la
deidad preferida. Son tres canales que tiene la montaña para subir a la cima que
todos los seres humanos tienen prohibido subir materialmente, escalando, pero
que todos deberían aspirar a subir de modo espiritual. Rodear la montaña, en el
sentido preciso, sería intentar despertar en tu interior el deseo de despegar
de lo material para ascender y alcanzar lo más elevado en el mundo espiritual
con ese algo que todos tenemos dentro. Y trascender para evitar caer en el
ciclo interminable de reencarnaciones.
−¿Ñito se marchó con el albañil? ¿El que
habla de una playa extraordinaria en no sé qué sitio?
−Se fue con unos cuantos hacia Corcubión.
Mañana conoceremos esa playa de los prodigios y seguro que les encontraremos a
todos dándose un chapuzón. Por cierto, están muy ricas estas sardinas ¿no te
parece, Marc?
−Sí, ya solo nos falta reflexionar sobre
los peces y los pescados como hace el albañil; ahora que se ha ido uno de los
nuestros
−Pues que si se los comen en el cielo
que también nos haga buen provecho a los que comemos en la tierra. Y para ya de
llorar, Nastia. Cuando terminemos de cenar os voy a llevar al monte que hay
detrás del pueblo para meditar todo lo que queráis.
−Buena idea, Laiba. Esta noche hay
lluvia de estrellas y puede ser algo espectacular. No sabemos lo que somos y si
algo nos ve como seres casi sin cerebro alguna compasión recibiremos por el
cariño que nos tenemos.
− ¡En el cerebro está la clave! Es lo
que les estoy remachando a Simón y Clark que no paran con sus disputas
bizantinas
−No todos tenemos tu cabeza, Esteve, ni
hemos visto tanto como tú
−No es la cabeza; es que no prestamos
atención casi a nada. El ser interior o lo que sea interpreta las cosas que
llegan al cerebro a través del cuerpo entero. Si no ves claro lo de dentro
tampoco ve. Es un problema de percepción y de interpretación pues lo interior
también está cargado de muchas experiencias inconcebibles.
−De eso sabe más Simón; que a veces
parece San Antón en el desierto ¡al fin llegan las salchichas!
−Ese es Park, que hace unas cosas muy
raras; alemán incordiante movido de buena fe, ¡Prau! te contaré algo para que
alimente tu ego incalculable y lo incorpores a tu bagaje mental.
Un día meditando
profundamente en mi ser personal comencé a ver mentalmente mi cuerpo por
dentro, sus órganos, como en un trance espiritual, iba viajando al interior de
mí mismo, un viaje fantástico; al fin mi viaje me condujo al centro de mi corazón.
En una especie de pequeña estancia, sentado sobre una piedra, como un yogui, se
encontraba un otro yo, desnudo, como meditando muy profundamente. Apenas alzó
la vista miró a lo que miraba y ese mirar se hizo uno en un sencillo acto de
ver, ser, percibir, existir.
Este que camina y ya
declina mentalmente y ese que miró en total desnudez de ser somos uno. Y con
Flora, mi bien amada, ya estoy a punto de estar completo, de ser todo lo que
hay que ser o llegar a ser en este mundo. Ahora te toca a ti, cabezón
teutónico, mirar hasta donde puedes llegar. Va contigo media humanidad por el
camino de jugar y aprender. No te saltes demasiadas alambradas.
−Si os parece bien ya es noche cerrada y
podríamos subir a ese montículo cercano, a las afueras del pueblo, para
contemplar las estrellas.
−Bueno, Esteve, tú llevas el fondo
común, paga la cuenta; salgamos al aire libre y, de paso, Carl nos podía seguir
contando lo que le ocurrió la noche pasada; que estuvo muy revuelto mientras
los demás dormíamos a pierna suelta.
−Fue algo extraño que se suma a otras
muchas cosas y debe ser algo relacionado con el cerebro, como dice Laiba. Yo intentaba
dormir, y aunque no se oía un ronquido, no paraba de ver y oír a gente de todo
el mundo en mi mente, caras conocidas y personas con las que he estado haciendo
el Camino; me saludaban y enseñaban sus casas y lugares preferidos como si yo
estuviese allí. ¡Pero es que había gente de Australia y Nueva Zelanda! Como si
el mundo fuese un plano y se pudiese ir a cualquier lugar en cualquier momento
solo con desearlo. Aquello era interminable, con gente y más gente llamándome a
un lugar y otro del mundo. En algún momento me tuve que levantar a vomitar y
después me refugié en esa especie de capilla que tiene el albergue, alumbrado
por cuatro velas, hasta que surgió la aurora y os fuisteis levantando. Viendo hoy la puesta de sol y recordando el
santuario lleno de maquetas de barcos naufragados no sé qué me he puesto a
pensar; y con la muerte de Marcial estoy totalmente descolocado. Es como si
tuviese la clave para resolver un enigma pero no sé cómo utilizarla. Parece
como si necesitara la aparición de un deus ex machina que resuelva o de un buen
giro a mi situación personal. Yo también estoy pensando, como Nastia, en dejar
esto ya y volverme a casa en lo más rápido que encuentre.
−Mañana lo decides y ahora escuchemos a
Marc que es el experto en estrellas. Tal y como estás ahora serías capaz de
consultar a una machina exdeus y seguir su consejo robótico.
−Déjalo Simón y atender al cielo que ya
se ven caer las Perseidas
−Esta noche es cuando llora el cielo;
ahora entiendo por qué. ¡Cuánto cariño le cogí a ese viejo cazador! Tengo en mi
cabeza sus relatos de cacerías por medio mundo ¡y que le llegara el fin de sus
días haciendo esto! Me voy a ese rincón cercano.
−Quizá era su destino; ya había cazado
bastantes animales y ahora tenía que ayudar a unos jóvenes antes de irse. Algo
recuerdo que decía de aprender del zorro y del águila, el más listo que anda
por la tierra y el más fuerte que caza por el aire, siempre atentos a conseguir
lo que necesitan para vivir. Y no ser más.
Sí, pero lo contaba a
la manera de Park y sus cuentos orientales. Aún recuerdo la historia del ladrón
de dicha. La del sabio que explicaba que para ser feliz no hay que hacer daño a
persona alguna pero extraer del vacío todo cuanto se desee, pues ni tú jamás te
verás colmado ni lo oscuro vaciado.
−¡Ya! Simplemente respirando, sentado y
mirando al más allá. Millones de estrellas lloran la muerte de Marcial, y a mí
también se escapan las lágrimas recordando a ese viejo taimado. Déjame de
vacíos que bastante hueco nos ha hecho este hombre.
−Pues hagámoslo. Yo me voy a quedar un
buen rato viendo caer meteoritos. Y no sé qué es eso de la respiración; como no
sea asistida.
−La que sí respira es Nastia; debe estar
hiperventilando. Algo le ocurre; vamos con ella.
− ¡Nastia! Soy Laiba ¿qué te ocurre? ¿Te
encuentras mal?
−No sé. Me recosté en esta piedra para
no escuchar lo que decíais y pensar en Marcial, y al poco me he sentido
visionando una especie de mundo extraño
− ¿Algo en especial que nos puedas
contar?
−Sentada contra el tronco de un árbol
casi infinito, por sus ramas se extienden las galaxias, de sus copas cuelgan
mundos sin fin, apoyada en su tronco veía bajo sus raíces un inmenso océano de
luz, y los más preciosos y brillantes peces, como enjoyados, saltaban fuera de
él; absorta en la visión me pedía a mí misma quedarme siempre así pero, de
repente, tres enormes serpientes surgían bajo las raíces, se dirigían hacia mí
y saltaban para devorarme, me asusté muchísimo y tú me sacaste del trance a
tiempo. No sé, esto parece ser superior a mis fuerzas. No debí venir de
peregrina a España, sino a hacer turismo como todos los rusos.
−Anda tonta, ven con los demás a ver qué
les cuenta Simón; respira normal.
−Estamos discutiendo sobre las
peregrinaciones; todas las grandes culturas y civilizaciones tienen o han
tenido cosas de ese tipo. Marcial nos hablaba de cuando estuvo en Grecia, en
Delfos y en el Partenón; pero quizá sea más interesante que Esteve nos cuente
algo de cuando intentó visitar La Meca.
−Fue aprovechando un viaje de negocios a
Arabia Saudí; intenté visitar el lugar de peregrinación de los musulmanes pero
ni aunque me disfrazase podría entrar. No puedo pasar por musulmán.
−¡Para lo que ibas a ver! Lo más
importante es el pozo del que beben las tribus árabes, ¡que nunca se agote! Y
el meteorito que guardan en una habitación; que no se puede ver por razones
religiosas, mahometanas; tan solo los muy afortunados pueden acercarse a ver
una parte suya por una ventana plateada.
Según me contó un amigo este
pedrusco singular fue encontrado, en los tiempos de Abraham, por una caravana
de camelleros atravesando el desierto; al observar su origen celeste y que en
uno de los lados presentaba cristales enormes en forma de pirámides decidieron
construir un gran edificio donde conservarlo. En esta habitación del cielo
guardaban las imágenes de sus dioses tutelares, de sus tribus y personas, hasta
los tiempos de Mahoma que echó todos los ídolos por tierra; aunque conservó la
piedra como una rareza venida de las estrellas y el edificio para que dieran
vueltas en redor suyo.
Si una de esas Perseidas
cayera aquí cerca podríamos construir algo como recuerdo a Marcial y a tantos
que como él han fallecido haciendo el Camino.
−Deja eso ya, Simón, que no pinta nada
en el siglo XXI, ¿cuántas piedras y pedruscos no habrá en el sistema solar? Y
siempre tendremos la Vía Láctea para las noches sin luna. Y la constelación del
Dragón nos seguirá de guía.
− ¿Dónde está esa constelación, Marc?
−Solo tenéis que buscar la Estrella
Polar, en el norte. A un lado está Hércules y al otro la Osa Menor, en medio la
cabeza del Dragón. La Vía Láctea también se llamó en la antigüedad el Camino de
Hércules, y aquí cerca, en La Coruña está la torre dedicada a su nombre. Simón
¿qué le pasa a Carl?
−Que le sigue dando al cerebro como si
fuera el nuevo Einstein y así se está poniendo.
−Solo meditaba en esa gran piedra como
partida por un rayo que han colocado antes de llegar al santuario y me vienen a
la cabeza dos nombres: Hitler y Stalin. Como si esa pareja hubieran partido por
la mitad el sentido de la vida para el ser humano. Al menos para los europeos.
Y recordando esas maquetas de naufragios colgadas como ofrendas en el Santuario
no sé qué negro presagio me ha debido entrar. El mar y el vino, un mundo de
ciegos, el nuevo Percival, y el naufragio de la nave cristiana.
−Bueno, de Lanzarote del lago ya tienes
a Esteve y de remeros a Simón y Marc.
−Vale ya, Laiba. Siempre estás con esa
inquietud y esa prisa; a todos nos gustaría encontrar algo válido para este
siglo y esta manera de vivir. Esto sí que parece un naufragio en toda regla.
Nuestra civilización se va a pique.
− ¿Pero para qué necesitáis conocer
tanto si una pizca de saber ya nos inunda el cerebro?
−Ya lo sé Nastia. Es algo que llevo
pensando hace mucho tiempo y Simón no para de martillearme. A estas tierras que
hemos recorrido han estado viniendo razas y tribus de lo más diverso durante
millones de años, acordaros de lo que vimos en Atapuerca, y solo quedó un
pueblo, éste, al que llamamos sapiens. O aparece otra raza en África que lo
cambie todo o de todo este conglomerado de tribus y naciones actuales en poco
tiempo se quedará en una sola; que se llamará no sé cómo. Pero lo conseguirá de
la peor de las maneras; es lo que temo. Y no le encuentro remedio ni solución.
Es lo que veo. Parece que la gente europea se hubiera vuelto turuleta y de los
americanos no quiero ni hablar.
− ¡Como digas algo malo de ellos te las
ves conmigo!
−No me refería a ti, Nicasia; más bien a
los del Norte, aunque la experta esas gentes es Laiba.
−Es que tengo muchos parientes en U.S.A.
−Y yo muchos amigos y de los buenos. Qué
os parece si volvemos al pueblo y nos tomamos unas copas en un pub. Yo invito.
−Ahora que lo nombras y recordando lo
del monte Kailash recuerdo que Ñito y yo mantuvimos una conversación semejante
a cuenta de la catedral de León. Él me hablaba sobre las tres vías a la
trascendencia, representadas por las tres torres catedralicias, y en especial
sobre el simbolismo del camino central hacia el Cristo Supremo. Sobre las puertas con sus misterios hay un
pasaje acristalado que simboliza la unión entre la Esperanza que nos ofrece el
conocimiento, la torre de la izquierda y la Fe que nos regala la devoción,
representada en la torre derecha; el gran rosetón central mostrando el Saber y
el Amor de la Iglesia Cristiana. Más arriba, con un vitral abierto se muestra
el Vishuda abierto a los aires y que purifica a ser humano que por el templo
transita; sobre él se encuentra Anja, lo que nos llega a la pituitaria, o sala
de control del ser humano, y se representa con el Misterio de la Anunciación,
con la Madre, el Ángel, y el Espíritu Santo, esto es como lo máximo y superior
que ha alcanzado el ser humano por regalo de Dios. Más arriba, incomprensible,
las mil flores coronando al Cristo. Oriente y Occidente reunidos en un montón
de piedras, un templo, la imagen pétrea del ser humano que Dios persigue; y tú,
Carl, ¿sigues creyendo que no encontrarás soluciones a esos problemas tan
graves que cargas en tu mochila interior?
¿No hay acaso una catedral inmensa en tu ciudad? Vamos a tomar una copa y después nos acostamos
que mañana nos vamos a juntar todos los peregrinos en la playa a darnos un
chapuzón. Ya he contactado con unos cuantos por teléfono y han hecho correr la
voz. Bajemos con cuidado que con la cojera de Carl ya tenemos bastante; no vaya
a tener alguno un esguince de tobillo.
−Me apunto a lo de tomar algo. Tengo los
labios llenos de sal, supongo que por el aire del mar. Recuerdo algo sobre: “Vosotros
sois la sal del mundo” pero no el contexto.
−Era lo sobre lo que hablaban o debían
decir. La sal siempre fue algo muy caro así que hubo un tiempo que no sabían si
regalar lo que sabían o cobrar por ello; lo que me lleva a algo que me contó un
peregrino mejicano sobre la historia maya de dos hermanos gemelos que jugando
al balón terminan bajando al inframundo para enfrentarse a sus dueños. Pasan
muy duras pruebas luchando con los trece terribles señores de las tinieblas y
consiguen volver a la tierra para ser muertos tras haber derrotado a la
oscuridad. Un día este peregrino fue a conocer un cenote casi desconocido en lo
más profundo de la selva del Yucatán con unos amigos y tomándose las cosas
bastante a broma acamparon al borde del pozo natural para hacer fiesta y
emborracharse apenas oscureció. Cuatro brabucones que se querían comer el
mundo. Nuestro mexica apenas se quedó dormido se vio sumergido en un lago azul.
−Ya, y se ahogó. Por cierto, a este
montículo solo le falta un dolmen o un megalito para rematarlo; parece un lugar
telúrico. Mejor vayamos al pub.
−Estaba como buceando en un lago azul y
se vio rápidamente rodeado por una gran cantidad de calaveras parlantes,
gritándole obscenidades y burlándose cruelmente de la manera más canalla
posible así que, sin pensarlo, comenzó a golpear calavera tras calavera con los
dedos índice de cada mano y al oír que cada una de ellas producía un sonido
diferente siguió golpeando suavemente frente tras frente. Parecía que se
encontrara rodeado de un inmenso xilofón tridimensional y él producía alguna
extraña música siguiendo una inspiración interior.
Entre los gritos e insultos y los ¡ay! ¡Uy!
¡Arggg! ¡Urgg!, de todo tipo, al poco le parecía escuchar una fantástica
sinfonía cacofónica y postdodecafónica, además de espectral, que le condujo a
reír a mandíbula batiente: ¡su propia calavera sonaba y se armonizaba con el
polifónico coro cadavérico! Pero algo tiró de él hacia abajo y al pronto se vio
inmerso en un lago de aguas rojas y caimanes enormes se lanzaban hacia él
tratando de devorarlo. Pero girando en las aguas cual experto buceador fue
esquivando sus acometidas y tras uno de los ataques consiguió atrapar por la
cola al más grande de todos. Al revolverse el monstruo y abrir su boca para
morderle él abrió a su vez la boca y gritó: ¡Por el trueno, no morderás! No
morderás o yo mataré y el sol cerrará sus ojos y la vida terminará en este
mundo. ¡Por el trueno, tú danzarás! Y soltando la cola del gran saurio le dejó
reunirse con sus compañeros caimanes que comenzaron a girar en torno suyo la
danza del renacimiento.
Un nuevo tirón en sus
pies le sumergió en aguas amarillas y putrefactas y al pronto le salió al
frente un tremendo cadáver en descomposición bailando ante sí una danza llena
de magia y poder inhumano. Sintiéndose seducido por el encanto prodigioso de la
danza y a punto de rendirse lanzó su cabeza contra la del cadáver y, al
golpearle en la frente y verle abrir la boca, aprovechó ese instante para
soltar en su desdentada boca una vocal mágica. El cadáver se descompuso casi al
instante y alguien le cogió por los pelos sacándole del agua hasta un claro en
mitad de la selva.
Un jaguar enorme acechaba
su llegada mirándole fijamente a los ojos pero nuestro amigo en vez de salir
huyendo se sentó en el suelo y con el índice de la mano derecha le indicó en
dirección al cielo. Doce estrellas doradas formaban un círculo perfecto
alrededor de la luna y mirando de nuevo al jaguar le dijo: tú solo tienes siete
¿pelearás? El jaguar, irguiéndose, abrió sus espantosas fauces y le gritó:
¡dime dónde están mis siete estrellas o te mataré! ¡Aún no lo sé! ¡Pero por la
Señora del Cielo que las encontraré! Al instante la Señora de La Luna apareció
en la selva, vestida de negro y el rostro velado, entre los inmensos árboles y
le dijo: por el trueno has salvado el alma en esta prueba y por el Señor del
Trueno podrás salvarla para la vida eterna ¡Peregrina a Compostela y arrodíllate
ante su espada!
Pocos instantes después
se encontraba de nuevo en la tienda de campaña con sus compañeros de farra.
Aunque se lo tomaron a broma en aquel momento tres meses después los cuatro
estaban en Roncesvalles y coincidí con ellos varias veces. Una noche, en un
albergue de Terradillos de Templarios, me contó su historia estando ambos como
ahora: mirando las estrellas.
−Confío en que Marcial no se vea
sometido a semejante pruebas en su liviano paso por el inframundo en el que
creyera y alcance pronto el descanso eterno.
−Bueno, vamos por esas copas y de
seguido a dormir que por hoy ya es bastante. ¡Y no me contéis más historias de
esas! Que después tengo unas pesadillas terribles.
−Lo que tú pidas, Nastia. Pero mañana
continúas con nosotros caminando.
Y nada más.
Cuando has estado sentado en la playa del fin del mundo, viendo nacer las estrellas a la caída del sol, comprendes que tu camino solo puede continuar dando pasos hacia ellas.
Y amarlas, amar todo lo que encuentres en cualquier parte del Universo; de cualquier universo que se os pueda ocurrir.
Si queréis referencias sobre algún pasaje no tenéis más que dejarme un mensaje.
Por ejemplo, en este enlace podéis leer el poema completo de Dilan Thomson y otros muchos más. Es el que tituló: "We will be conscius of our sanctity".
Poemas en lengua inglesa
Un abrazo a todos; y muchas gracias.
Y nada más.
Cuando has estado sentado en la playa del fin del mundo, viendo nacer las estrellas a la caída del sol, comprendes que tu camino solo puede continuar dando pasos hacia ellas.
Y amarlas, amar todo lo que encuentres en cualquier parte del Universo; de cualquier universo que se os pueda ocurrir.
Si queréis referencias sobre algún pasaje no tenéis más que dejarme un mensaje.
Por ejemplo, en este enlace podéis leer el poema completo de Dilan Thomson y otros muchos más. Es el que tituló: "We will be conscius of our sanctity".
Poemas en lengua inglesa
Un abrazo a todos; y muchas gracias.