Mi amigo, y otros críticos no tan amistosos, no tenían razón. Yo sabía muy bien sobre lo que escribía, otra cosa es que pudiera probarlo. Por eso Atención frotadores: ¡ondas de choque! ¡ondas de choque! es una novela de ciencia ficción no un tratado científico.
Pero estos días pasados la revista Science confirmó, en un brillante artículo, la detección del primer planeta extra-solar que reúne perfectas condiciones de habitabilidad. Lo han llamado Kepler-186f, aunque prefiero llamarlo Macondo.
Kepler-186f
Y vayamos con los últimos capítulos de la novela. No llega a un lugar desconocido por nosotros tan solo una nave y sus navegantes, llegan también los niños. Nuestros niños.
Los niños radiantes
Una nueva vida, otra boquita más que
alimentar, todos se han vuelto la mar de solícitos; el asistente pone a
disposición de la mamá reciente nanas en cuarenta idiomas y triunfa con las
canciones tradicionales finlandesas para niños de cuna. Un crack este
pinchadiscos; una canción en finés antiguo y la nenina (¡es guapísima!) duerme
como un angelito; Saúl ya está dándole vueltas y vueltas a la posibilidad de
fabricar un Kántele electrónico.
Se pasa horas y horas cortando en
pedazos los paneles de los tabiques entre cuartos con una cizalla y con la ayuda de
Luis, que ahora parece multiplicarse y aprovecha su insomnio constante para
ayudar a todos con sus proyectos personales, va tirando los paneles al
triturador de basuras. Ya no queda ni rastro de sus queridos boletus y
apreciados champiñones en el cuarto del Agua; después de todo, en el semillero
guardan docenas o cientos de hongos de todo tipo.
Una doble duda le consume mientras
arroja pedazos de panel al triturador: ¿Llegaremos los primeros? El asistente
le respondió en uno de sus interrogatorios digitales (Ya solo se muestra, y en
contadas ocasiones, a Luis) que han llegado a alcanzar los 40 lux pero no se
puede mantener esa aceleración más que unos pocos minutos. Las perspectivas son
buenas y la nave funciona ahora estupendamente. Pero cuando se encuentra a
solas en el invernadero, con los cascos puestos escuchando su música favorita,
cuidando de sus queridas plantas, otra duda le asalta constantemente: Si existe
verdaderamente ese planeta Aurora ¿Cómo será su vida microscópica? Ya son
muchas las veces que se ha pasado horas y horas discutiendo con María sobre los
virus y bacterias que podrán encontrarse en ese planeta supuestamente
habitable. La mayor parte de la vida que conocemos es microscópica.
Tendremos que pasar la mayor parte del
tiempo a resguardo en la esfera. ¡Qué incautos! ¡Qué inocentes! ¿Cómo pueden
ser tan ignorantes nuestros patrocinadores? Pueden pasar miles, millones, de
años antes de conseguir terraformar un planeta a nuestro gusto y conocimiento.
¿Cómo han podido soñar que soltando unos cuantos peces y semillas de nuestras
plantas favoritas al poco tiempo el planeta será habitable y colonizable? ¡Y se
habrán gastado una millonada!
Hemos estado turnos y turnos trabajando
para limpiar todo rastro de bacterias de cualquier rincón de la nave, nuestras
bacterias, y cuando se abra la puerta encontraremos millones de microbios
alienígenas deseando devorarnos.
Nuestra especie no tiene arreglo
racional alguno y lo que habría que hacer es…
− ¿Qué ocurre? ¿Qué son esas voces?
− ¡Ven! Quítate los cascos y ven
deprisa.
−Pero bueno, ¿qué pasa Juana? No puedo
dejar ahora los fresones, están a punto de…
−Tíralos al triturador si se estropean.
Corre, es María, ha roto aguas; la están llevando al Med y Cosme nadie sabe
dónde está.
− ¿Pero no decías que le faltaba un mes
por lo menos?
− ¿Y cuánto tiempo carnal es un mes
viajando a no sé cuántos lux? Vienen los gemelos ¿no escuchaste al asistente
las voces que daba? Claro, te pones la música a tope. Estaba la pobre sola en
el cuarto de radios y se derrumbó por el dolor. Ya está dando a luz.
−Pues entonces menos mal que ese trasto
nos vigila constantemente. Con lo guapa y sonriente que es Helena veremos qué
pinta tienen ese par de guajes. ¡Mira! Están todos en Control.
−Eso, eso, mírales bien. Parecen
parturientas los machotes. A alguno ya no le quedan uñas que morder ¿no quedan
pipas y cacahuetes en el almacén?
−Para, no empieces, Juana; no putees el
ambiente. Debe de haber complicaciones; están todas con Ruth e Isabel en el Med.
−Disculpa Tadeo, no lo decía por ti si
no por mi peluquero favorito. Anda, dame un besito. ¡Ves! Ya se te ilumina el
rostro. Llevas una temporada, ¿no queda más té? que no levantas cabeza. ¡Saúl!
Baja a la cocina ya mismo y prepara cinco litros de té blanco o rojo o del que
prefieras. Yo iré a ver a las chicas no estén también temblando como flanes.
¡Levantar ese ánimo! Cuando vuelva quiero ese té helado en mi consola. (Maníes, si me hubieran dejado preparar este
viaje habría cargado un quintal de cacahuetes para alimentar a estos bonobos de
feria. Bueno, en fin, esto no tiene remedio. A ver como son los gemelos)
Cosme ha estado durante horas
ensimismado en el taller preparando un proyecto con el que espera hacer las
paces, lo suyo no es la limpieza, con todos sus compañeros: un perrito robot
que hará las delicias de peques y mamis. Intenta tener control completo desde
su pc del robotito pero no hay manera de saber qué hará ese par de cuánticos
locos si se conectan con el perrito. Por el momento se mantienen a la escucha y
tan solo hubo una breve discusión, tecleando, sobre las canciones de cuna que
les ponían a los gemelos, Adrián y Froilán. Tuvieron que ceder los navegantes,
una vez más, al ver el éxito sin paliativos que obtuvo el pincha con la banda
sonora de la película Elvis en Acapulco: ¡se quedan roques en minutos!
Sigue trabajando sobre diseños que ya
conocía y traía cargados en su tableta digital, pero implementarlos y que
funcionen es harina de otro costal. El Lab está bien surtido de instrumentación
y cualquier otra cosa la prepara él mismo en el taller electromecánico. Tadeo
está resultando ser un auténtico manitas y más se esfuerza ahora pues Marta es
la próxima de la lista. Hay continuos chascarrillos sobre el nombre de la
criatura y su posible sexo.
Marta se ha cerrado en banda sobre
hacerse prueba alguna para conocer el sexo del gestante. Se dice para sí misma
que es niña y punto redondo, y también sabe el nombre que le va a poner (y no
se lo dirá a nadie hasta que la tenga en sus brazos) Después de conseguir un
programa de navegación bastante plausible y que ha dado estupendos resultados
en simulaciones por ordenador (falta por ver cómo funcionará cuando salgan de
lux) sigue dándole vueltas y más vueltas a una derivación del sistema operativo
que podría evitar, eso sí, dando un largo rodeo, las trampas y chifladuras, las
directivas secretas, de los cuánticos.
Con su peque a pocos turnos de dar a luz
no quiere ni imaginar el volver a quedar en manos de una maquinaria programada
en cuanto tengan Tau Ceti a la vista. Al igual que Montse, no quiere ver ni en
pintura ese espectro luminoso sobre sus cabezas cada vez que tiene que ir a
Control para cualquier cosa. Lo de las nanas tiene un pase pero ni una
intromisión más en su intimidad o baja a Cálculo y desmonta el invento de abajo
a arriba. Cada vez que escucha su voz se exalta e inquieta; se le muda la voz.
−Monserrat, ¿se encuentra usted bien?
Navegante Monserrat, ¿nunca volverá a dirigirme la palabra? Monserrat…
−Cuando dejes de arrastrar la erre cada
vez que dices mi nombre. ¡Cállate! ¡Déjame en paz!
Tadeo estará seguramente con Cosme en el
Lab probando el invento secreto del cabecita loca ¡algún robotito para llevar a
cabo sus tareas! Con tal de no coger una bayeta y limpiar el polvo es capaz de
montar un Terminator. Prefiero distraerme visionando los cientos de fotos que
he tirado desde que entré en la nave. Las que traía de casa, la tarjeta de
memoria, están escondidas en un bolso de mi mochila.
Ahí están bien; solo pensar en ellas me
entra una llorera imparable (las fiestas con los compañeros de trabajo en el
Centro de Competencia H P, en la despedida de soltera de una amiga haciendo el
bobo por el Barrio Húmedo, esquiando, mi gran pasión por la fotografía de
naturaleza, los Picos de Europa, ¡déjalo! Olvídate de todo, nunca volveremos)
Mejor mirar estas tomas: Saúl pintando paredes, Iñaki de master chef galacticus
máximus, Juana pelando cebollas, ¡y llorando! Quien diría que Juana es capaz de
soltar una lágrima, Ruth intentando romper todos los records en la máquina
elíptica,… (Pero, pero, ¿qué me ocurre? ¿Esos golpes en el vientre? ¿Esos…?
¡Dios!, estoy dilatando, estoy dilatando, ¡es Sandra! Es Sandra que ya sale,
dios, ¡Uff!
−¡¡Asistente!! Asistente, avisa a todos,
es la niña.
Cavila Luis cabizbajo mesándose el
cabello recién cortado sentado en el suelo del cuarto del Agua, el último panel
de tabiques ya ha sido subido, con la ayuda de Saúl, hacia el triturador de
basuras. Ante sí tiene otros ocho paneles de un kevlar de última generación que
ha arrancado hace minutos de la pared del fondo.
Nada, ni un puñetero tornillo o remache;
nada. Como si la esfera fuera un fantástico trabajo de fundición, algún tipo de
aleación de acero y otros minerales. Nada, ¿Dónde pudieron llevar a cabo
semejante obra? Más parece un trabajo de escultor, un Chillida portentoso, que
de ingenieros. Tal vez sean dos semiesferas unidas para dar cabida al mecanismo
de levitación que gira en el exterior. Y otra esfera similar recubriendo la que
estoy tocando. Pero, ¿dónde está la fuente de energía de este engendro? ¿Dónde?
Una esfera dentro de otra mayor y entre
ambas la fuente de energía, ¿o estará fuera? Tiene que estar fuera o las
radiaciones nos freirían, e igualmente el mecanismo de levitación, y todos los
equipos exteriores, el espectrógrafo, los telescopios, las cámaras, las antenas;
todo lejos de nosotros.
Fuera de nuestro alcance. Llevamos meses
aquí encerrados y no parece que hayamos sufrido el menor efecto debido a
radiación alguna. Una especie de jaula de Faraday. Los niños han nacido sanos y
hermosos, ¡guapísimos! Esto no hay quien lo entienda; es como las matriuskas
rusas, debajo de una encuentras otra, y otra, y otra. Me duermo.
Nadie puede ayudarme. Tony, el que más
vale de todos nosotros, desde que pasamos por E. E. es una sombra de sí mismo
(¡Su jodida personalidad especial! Con lo inteligente que es el mariquita) Sí
misma, mejor dicho. Es una mujer maravillosa enfundada en la forma de un hombre
mayúsculo (¡Y vaya mango calza el muy cabrón!) En cambio Juana es un sargento legionario
en una forma femenina de pura lujuria; no sé de cuantos meses estará ya pero
parece que ni se entera. Vomita, si no lo puede evitar, se caga en todo lo que
se menea, y sigue con su trabajo y puteando a todo el pilla por delante. Una
auténtica amazona, pero de ingeniería o astronomía los cuatro cursillos que nos
han dado a todos. Y los demás igual, solo para frotar y frotar. María ya tiene
bastante con atender a los gemelos (No hay manera) Craquear el cuántico de
Cálculo (¿Con qué?) ¡Deja ya de hablar a solas!
− ¿Qué haces ahí solo sentado en el
suelo? ¿No quieres conocer a Iker?
− ¿Qué? ¿A quién? ¡Ah! Eres tú, Ruth;
desde que vas de rubia platino no te reconozco. ¿Iker?
−Iker; el niño de Isabel. Ven, sube a
conocerlo; es guapetón y enorme. Sesenta centímetros y seis kilos de bebé; así
estaba Isabel, que se caía de madura. Será más alto que tú cuando crezca. Anda,
dame la mano; no sé qué os ocurre a los hombres últimamente.
−Perdona, estoy deseando conocerlo.
Estaba pensando. No me he enterado de que nacía y nadie me ha avisado.
− ¿Ni siquiera el asistente? Qué raro.
¿Qué estabas haciendo? ¿Esos paneles?
−Son de la pared del fondo. Subamos ya.
Estamos como el primer día, encerrados entre cuatro chapas. ¿Y ese acento
sudamericano?
−Es el que tiene mi madre. La estoy
imitando a ver si me sale un marido guapetón y ricachón que me retire a vivir
en una isla paradisíaca.
− ¿En este cubil? Ja, Ja, Ja; muy bueno
lo tuyo. Cuando lleguemos a Aurora reservas un archipiélago entero para ti
sola, o dos si quieres; pero lo del marido… lo tienes crudo. Te dejo, gracias
por buscarme; voy a ver a Isabel y ese renacuajo recién nacido.
− ¿Renacuajo? Vas a tener que hacer
muchas pesas para poder bañarlo y darle de comer. Me voy a la cocina, que Iñaki
está experimentando con los potitos para bebés. ¡Tendrías que verle! Ya se ha
concedido él mismo tres estrellas Michelin. Te partes de risa con él; y no para
de contar chistes.
−Iré más tarde; un beso y muchas gracias
por cuidar de todos nosotros. Eres un ángel, un ángel con alitas de amor
dorado. (Y un culo prodigioso)
Aurora aguarda
Solo, de nuevo a solas, soledad en el
universo oscuro, una caída sin fin en la oscuridad absoluta, siempre solo. Ya
no queda nadie, no somos nada, de nada vale… ¿Padre? ¿Dónde, padre, dónde? ¿Dónde
estás?
−Navegante, navegante Tony, se está
quedando dormido encima del teclado. Espabile, le necesito.
− ¿Eh? ¿Uhhhh? ¿Para qué me necesitas?
Llama a cualquier otro, ¡déjame en paz! No estoy para nadie.
Quien se acuerda ahora de mí. Todo quedó
atrás, nada hay por delante, no hay nadie. Los años que me pasé limando codos
estudiando como un loco para nada; una pulga en el polvo cósmico. Voy a tirar
el pc al triturador de basuras. Sí, eso haré.
−Cómo no van a recordar al estudiante
más brillante de su promoción, premio final de carrera, medalla Karl Schwarzschild a los 25 años…
−Sí, ya; coincidió con mi
cumpleaños. Fue muy bonito. Y mis compañeros de observatorio… ¿Me estabas
escuchando?
−Le adoraban y estaba usted pensando en voz alta. Usted ya trabajaba a los 21 años en el observatorio del
Roque de los Muchachos; cada astrónomo, de cualquier lugar del mundo, lo
primero que hace al llegar a la Isla de la Palma, es preguntar por usted.
−Sí, comencé haciendo
sustituciones veraniegas en el Gran Telescopio Canarias en segundo de carrera;
el ser canario me supuso una doble ventaja. Pero, de qué sirve eso ahora. Nos
vamos a la mierda con niños y todo.
−Vamos a Tau Ceti y
llegaremos pronto; le necesitamos Tony. Necesitamos al gran experto en física
de altas energías; usted era la estrella del equipo del observatorio MAGIC. Sus
descubrimientos…
− ¡Pero a quien coño le
importa eso ahora! No has hecho más que putearme desde que puse el pie en este
puñetero agujero y ahora no paras de hablarme. ¡Búscate a otro!
−Era usted el que tenía más
directivas ocultas; no he podido evitarlo. Es mi programación.
− ¿Yo? ¿El que más…? ¿Por
qué?
−Eligieron a los mejores en
cada campo entre millares de jóvenes de toda Europa estupendamente preparados y
con experiencia en su campo; no lo olvide Tony. Usted no solo compitió con sus
camaradas españoles, compitieron, sin saberlo, con toda la Unión Europea. Su
equipo ganó por goleada. Era muy importante que no supieran nada del proyecto.
−Pues yo estaba en el paro,
¡putos recortes de presupuesto! ¿El que más directivas en contra? ¿Yo?
−Desde el primer momento
usted siempre estuvo a punto de descubrir todos los secretos de la misión.
Usted era el que tenía mayores conocimientos y datos precisos. ¿Nada le hizo
sospechar de su boicot continuado?
− ¿Dónde montaron la nave?
−En unas instalaciones
pertenecientes al Observatorio del Teide, en el Valle de la Orotava.
− ¿Qué? ¿Cómo? Yo vivo allí.
¿Cómo no me enteré?
−Se disfrazó el proyecto
como montaje de una nueva antena para uno de los telescopios del Teide. Las
esferas fueron fundidas en el mayor de los secretos. Y usted estaba pensando en
montar una peluquería.
−Sí, es verdad. Ya tenía
alquilado el local cuando me seleccionaron para este proyecto. Así que los
tenía al lado de casa, como quien dice, y ni me enteré. Bueno, ¿Y qué? ¿Yo qué
iba a saber? Cállate, deja de hablarme; no estoy para nadie y menos aún para
tus pijadas. Desenchufa.
−Es usted uno de los mejores
especialistas mundiales en física de altas energías; solo tenía que sumar dos y
dos.
−Muy bueno el chiste. Deja
ya de darme la murga, no me necesitas para nada. Me duele la barriga, la
cabeza, todo el cuerpo; voy a acostarme. Corta ya.
−Le necesito inmediatamente
en Control. Abandonamos lux; tendremos Tau Ceti a la vista en segundos.
−Pues avisa a los demás. Yo
estoy fatal; no sé qué me pasa. Avisa a Ruth, estoy sin fuerzas, estoy como…
−Están todos en el Med.
Juana ha dado a luz una niña.
−Me alegro. Iré cuando pueda
a verla. Avisa a Isabel, que venga a verme, ¡estoy horroroso! Me siento como
si...
−Están todos con Juana. El
parto se ha complicado muchísimo; la estamos perdiendo.
− ¡Qué! ¿Cómo que la estamos
perdiendo?
−Se muere, Juana se muere.
Sus constantes vitales…
−La puta que te parió; y no
me dices nada, ¡cabrón!
En instantes, como una centella,
sale de su cuarto y recorre el pasillo, sube las escaleras casi trepando, y ya
está en la puerta del Med pulsando para que se abra la puerta.
−No entres, no entres Tony.
Espera fuera.
− ¡Cómo que no entre! ¿Qué
le pasa a Juana?
−Está muy mal, muy mal. Algo
se complicó en el parto y se está muriendo. No sabemos qué hacer. ¿Rezar? No
entres. Sabemos todos la depresión de caballo que tienes y solo te faltaba ver
esto.
−Por favor, navegante Tony,
es imprescindible su presencia en Control.
−Eso, vete a Control. Dejé
una jarra de té rojo encima de la mesa. Vete con el asistente, aquí no cabemos
todos; María y Cosme están abajo cuidando de los bebés. Dame un beso y anímate
como sea.
−Gracias Montse; iré a ver
que mosca le ha picado a esa inteligencia artificial. ¡Cómo llora ese recién
nacido! ¿Es niña, verdad?
−Sí, una niña preciosa. Se
llamará Natalia; fue lo último que nos ordenó Juana antes de…
−Ya tenemos Tau Ceti a la
vista; necesito a Tony en su consola.
−Pues eso, vete con ese
trasto y busca el dichoso planeta. Ya te avisaremos con lo que sea. Aterriza
como puedas.
A la vista Aurora; nuevos
cielos y una nueva tierra donde procrear; es nuestra misión. Su albedo indica
unas condiciones muy similares a la vieja tierra. Maniobra de acercamiento.
¿Tony está en condiciones? Sí, se está recuperando rápidamente y tiene compañía
en Control; María y Cosme se han traído a los bebes consigo. Son encantadores.
Deja el audio abierto, quiero escuchar lo que dicen. ¿No te distraerá su
parloteo incesante? Tú sí que parloteas; ponte algo de música y déjame
escuchar.
−Pero ¡sonríe un poco! Toma,
coge a Adrián en brazos. ¡Ves! Ya te estás animando.
−Buenas noticias: Juana está
fuera de peligro. Se recupera favorablemente y tan solo Ruth está con ella;
tiene una naturaleza fortísima. Los otros han bajado a la cocina para
prepararse algo. Todo el mundo tiene hambre ahora. ¡Vaya parto!
−Ya, parece que todos
hubiéramos dado a luz. Que sí, vale, ¡ya estoy mejor! ¿De quién es este niño
tan guapo? ¿Qué es lo que tiene aquí tan grandote? ¡Guau! Gracias, Cosme, por
el café y gracias a ti, corazón, María dulcísima, por dejarme coger al peque en
brazos pero me parece que alguien tiene que trabajar en esta nave de gansos a
punto de llegar a su destino. ¿Asistente?
−Nos acercamos a la atmósfera
del planeta. Necesito que María y usted permanezcan en Control para la maniobra
de aproximación y aterrizaje. Deberán buscar un buen lugar donde posarnos.
Avisaré a Iñaki para que observe los mares y lagos que encontremos; su
experiencia náutica puede ser vital. La capa de nubes es muy similar a la del
viejo planeta. Deceleramos y nos acercamos con gran cautela.
−Muy bien, ya veo que
controlas. Avisa a todos y que me suban algo de comer ¡que no esté muy
caliente! Ahora el que conduce esta guagua soy yo; ya te iré indicando hacia
dónde podemos dirigirnos. Es grande este planeta, ve sin prisas, pausado, graba
todos los detalles, ¡no pienso aterrizar con el estómago vacío! ¡¡Iñaki!! Una
de mero; esto hay que celebrarlo. Disculparme un segundo, voy a ver cómo está
Juana.
− ¿Tú has visto? Ha sido
dejarle un minuto el bebé en brazos y ya está como una moto.
−Cosme, cariño, que no te
siente mal lo que te voy a decir, pero: ¡en tu puñetera vida entenderás a las
mujeres!
Mares y continentes, islas
sin fin, hielo en los casquetes polares, verdor, verdor por todas partes, en
las más inimaginables tonalidades. Lentamente van descendiendo a la vez que
realizan un vuelo suborbital sobre las nuevas tierras y océanos que avistan con
las cámaras. Nada brilla en la cara
oscura del planeta que no sean tormentas prodigiosas. No hay traza alguna de
lugar habitado, en ningún lugar señas o muestras de alguien similar a ellos
viva en rincón alguno, las radios solo captan estática; nada indica que se les
hayan adelantado.
Deciden posarse en una zona
despejada, de grandes praderas y ríos profundos, en una gran isla que les
recuerda a Madagascar. La maniobra de aterrizaje resulta ser increíblemente
sencilla y el asistente tan solo muestra líneas de texto en las pantallas
reportando infinidad de datos del instrumental a bordo. La atmósfera es limpida
y clara, su composición de gases es muy similar a la conocida y deseada (apenas
hay trazas de C02 y metano; un mundo vegetal) y podrán salir de la nave en
cuanto se despliegue la escotilla.
Cantan, cantan y bailan como
niños de guardería cuando descienden a la carrera por la rampa y ante sus ojos
contemplan las maravillas de una naturaleza inexplorada. Corren de un lugar
para otro y ruedan por el suelo, ¡Tierra! ¡Polvo! Reptan por la hierba como
lagartijas y gritan a las nubes cual presidiarios recién escapados de su
encierro.
Tan solo Ruth permanece en
la nave, rodeada de bebés, mirando por las pantallas las correrías de sus
compañeros de aventura. El asistente gira sobre sus cabezas tarareando los
sones del brindis de La Traviata que suena por todos los altavoces de la nave.
− ¡Asistente! ¡¡ASISTENTE!!
Caya un poco y baja la música, no eres precisamente María Callas. Espera,
espera, mira, enfoca bien la cámara cuatro-este. ¡Esa! Esa luz, esa lucecita,
¿es una luna? ¡Enfoca al máximo! (Se mueve, se mueve, viene hacia aquí) ¡Ja!
¡Ganamos! Les ganamos, peques, llegamos primero, ¿Cómo era eso de la
reclamación? Hazla ya mismo, yo la firmo. Asistente, resuelve el papeleo con
los contrincantes, bajo un minuto para avisar a mis compañeros. Cuida de los
niños.
− ¿Yo? ¿Y qué hago?
−Haz una fiesta con
globitos, toca la balalaica, lo que se te ocurra. Ahora vuelvo.
Baja Ruth a toda prisa por
las escaleras y atraviesa el comedor como una exhalación; de cuatro saltos ya
está al final de la rampa buscando con la vista a sus compañeros.
Huele bien, que digo, huele
maravillosamente, huele a cosmos infinito y gratitud. Los navegantes se han
alejado bastante y tiene que llamarles a gritos; una voz le responde desde
detrás de la rampa.
− ¿Qué ocurre? ¿Les pasa
algo a los niños?
− ¡Qué susto me has dado
Luis! ¿Cómo no estás brincando con los demás? ¡Venir! ¡Venir rápido! ¿Qué haces
debajo de la esfera?
−Ven y observa tú misma.
La esfera se haya suspendida
sobre ocho grandes patas y en su fondo lleva adosada una semicúpula de un
material diferente.
− ¿Qué es esto Luis? ¿Lo que
buscabas?
−Sí, esto es. Ahí dentro se
encuentra el motor de la nave; si es que se le puede llamar motor ¿alternador?
No sé. Algo conseguí arrancarle al asistente. Un gas que gira alrededor de una
esfera de material radioactivo. Según la velocidad de giro tenemos más o menos
antigravedad y producción de energía eléctrica.
− ¿En esa joroba se produce
la electricidad? ¿Y para qué? ¡Ah!, claro, para los ordenadores y las máquinas de
la nave.
−Eso supone un gasto mínimo;
mira: ahora está parado.
− ¿Cómo lo sabes?
− ¿Ves este anillo
cristalino? Detrás debe haber docenas de leds ahora apagados. Al abrirse la
rampa bajé el primero y llegué a ver cómo aún salía una luz roja y giratoria.
En segundos las luces se apagaron, y también paró otra cosa. Ven, salgamos de
debajo de la esfera.
−Pero, pero, ¿y eso qué es?
−Son siete palas encastradas
en el anillo que circunvala la esfera exterior. Hace unos segundos aún giraban.
− ¿Eso es lo que nos permite
volar?
−No, es más bien como el
timón de un barco; según las orientes vas en una dirección u otra.
−Por eso se oía a veces,
cuando nos quedábamos a oscuras, como un rumor extraño ¿no?
−Funcionan con un sistema de
levitación magnética, no tocan los bordes del anillo, pero algún sonido tienen
que producir al girar. Por cierto, ¿a qué venían esos gritos? Ya llegan todos,
Tadeo el primero. Eres un auténtico galgo.
− ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Qué?
¿Los niños?
−No, bobo, están todos bien.
Espera un momento que lleguen los demás. Venir aquí todos, a la rampa. Mirar al
este, allí, ¿la veis? Se está acercando.
Claro que la ven,
claramente, cada vez más nítidamente y cercana. Saúl no puede reprimir su
alegría y rabia contenidas y empieza a brincar y gritar como si le fueran a oír
a kilómetros de distancia. (Mejor no reproducir sus exclamaciones; hay niños
presentes)
− ¡Eh! ¡Eh! Mirar, mirar
todos, mirar allí.
− ¿Dónde, Juana, dónde?
−Al norte; allí llega otra
− ¡Y otra más allí! ¡Otra
viene por el oeste! ¡Y otra! ¡Y otra!
De los cielos que empiezan a
oscurecerse van bajando una tras otra naves de diferentes tamaños, formas, y
luminosidades. Una tras otra; y se van acercando. En menos de cuatro minutos
las tienen encima.
Ruth siente un palpito, un
temor, un no sé qué, y sube corriendo rampa arriba; trepa por las escaleras y
casi arrolla a los bebés al entrar en Control.
− ¡Asistente! Los niños, ya,
bien, ¿qué ocurre? ¿Qué pasa aquí? ¿No decías que teníamos cuatro competidores?
¿Cuántas luces ves ahí fuera?
−El número actual es doce;
el radar capta doce naves. No son competidores, Ruth. Nunca los tuvieron; fue
una añagaza que improvisé a medias con Cirac II, para motivarles. No provienen
de la vieja tierra.
−Pero, entonces, ¿Qué son?
¿Quiénes? ¿Tienes alguna idea?
−Personas, Ruth; personas
como usted y los niños. Observe, están formando un círculo sobre nosotros.
− ¿Aviso a los demás? ¿Son
peligrosos?
−En estos momentos no.
Observe, Ruth, están comenzando a efectuar una danza de recibimiento y buenos
deseos a los recién llegados. ¿Puedo poner la obertura de Tannhäuser? Parece la
más adecuada.
− ¡Qué! No empieces con tus
chorradas; ahora me vas a poner a Wagner, lo que me faltaba, estoy temblando;
mis niños. ¿Y esos locos? ¿Por qué no suben? Están transidos, alelados mirando
ahí fuera.
−Capitán Luis me sugirió que
cambiara de gustos musicales; estoy explorando miles de grabaciones. Me encanta
la música antigua.
−Bueno, pues pon Las
Valkirias o lo que quieras. Pero bajito ¡eh! Bajito, o te sacudo. ¡Mira lo que
hacen! Mirar todos, mirar.
Bebés y asistente, Ruth de
cuerpo presente, se quedan mirando como en las pantallas de televisión (permite
que te diga que estás haciendo un gran trabajo de realización, Cirac II)
aparece bajo un cielo que se va estrellando rápidamente un círculo de naves
luminosas.
Suben y bajan, se acercan y
alejan, cambian los colores de sus luces con una sincronía perfecta. Son doce
naves, de diferentes tamaños y formas, que están interpretando una especie de
danza cósmica y prodigiosa.
Lanzan haces de luz sobre la
zona, y giran, giran, giran bajo las viejas constelaciones a las que durante
tantos millares de años miraron nuestros antepasados; esperando que algún día
aparecieran y se mostraran.
En el silencio de la noche
en la nueva Aurora parece que se escuchara un susurro, como de una voz
melodiosa y suavísima, que casi cantara:
¡Bienvenidos! ¡Sed bienvenidos!
Hermanos de la galaxia.
Os amamos.
Fin.
Afortunadamente, en este universo de locos, en este planeta fiasco, hay personas que utilizan la cabeza para razonar y buscar cosas buenas que nos beneficien a la mayoría.
Como Sara Seager, una de las más brillantes mentes de la actualidad, y que se ha propuesto encontrar vida en el universo, vida como la suya y la mía, y cuanto antes.
Algo me dice que tendrá éxito mucho antes de lo que se imagina.
Sara Seager
Afortunadamente, en este universo de locos, en este planeta fiasco, hay personas que utilizan la cabeza para razonar y buscar cosas buenas que nos beneficien a la mayoría.
Como Sara Seager, una de las más brillantes mentes de la actualidad, y que se ha propuesto encontrar vida en el universo, vida como la suya y la mía, y cuanto antes.
Algo me dice que tendrá éxito mucho antes de lo que se imagina.
Sara Seager
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