En
la flor de la vida
El cielo es casi blanco
y el sol puro fuego cuando Loot pasea cubierto con largo turbante buscando la sombra de las palmeras; algo le llama la atención en la
orilla del río, se agacha, lo recoge y se lo lleva consigo. Le
intriga; hacía mucho tiempo que algo le despertara semejante interés
y vuelve a casa pensativo caminando medio ausente, como si volviera a
su mirada de una legua, un siglo, siempre más allá de lo evidente.
Intriga.
Su
mujer le observa y rápidamente le nota algo extraño especialmente
cuando se descubre la cabeza; su largo cabello sudado está
perfectamente peinado, ni un solo pelo fuera de sitio.
− ¿Acaso
has hablado esta mañana con La Diosa? Te noto como ido, ¿ocurre o
va a ocurrir algo malo?
−No,
no he visto a La Diosa paseando a la orilla del río, disculpa, voy a
retirarme a mi estudio. Hace bastante calor, sí, una jarra de
cerveza fresca me vendrá bien.
Y
con la jarra en las manos se retira a su fresco y oscuro lugar de
estudio y reflexión. Lleva consigo una pequeña bola de algo vivo y
no para de jugar con ella haciéndola saltar de una mano a otra, observándola con gran interés.
¿Cómo
lo ha hecho?
Recuerdo
haber visto esta ¿cosa?, hace unos días y apenas se había dividido
la superficie en cuatro partes, ¿y ahora? Podrían, deberían ser
sesenta partes, sí, sesenta, tengo que contarlas, ¡aj! Ya no tengo
la vista de mis primeros doscientos años, ¡atención!
No
son sesenta.
¿Y
si la abriera?
La
partiré en pedazos, me intriga.
Pasados
dos días Noer se presenta en casa de Loot, como siempre a su manera
extemporánea y vocinglera, dando un fuerte achuchón a su cuñada y
preguntando a voces por su hermano.
−Bajaré
a verle, ¿no queda vino en esta santa casa?
−No
le interrumpas, lleva dos días casi sin salir de su estudio, ¿para
qué le quieres?
−Hemos
de preparar el Festival de Shamaash, gran señor de la luz y vida,
apenas nos quedan ya tres días, ¿a qué se dedica nuestro sumo
sacerdote que no va ni por la cantina?
−Ni
idea, y mucho me temo que este con otra de esas sus ideas locas.
Averígualo, os dejo, tengo que preparar a mis bailarinas para la
magna celebración; este año será algo especial, hay unas niñas
nuevas que…
−Ala,
vete a danzar un rato guapetona, que yo me encargo de tu esposo.
− ¡No
le asustes! Por favor te lo pido. Me voy.
−Solo
un poco.
Y
tomando una jarra de vino pone su visión luminosa al máximo y baja
al estudio.
−¡¡Tablillas
y más tablillas!! Que aburrido te estás haciendo, me gustaba más
cuando esto era una bodega.
−¡¡Err!!
Dioses, tú, ¡apaga esa mirada! Ya no puedo beber tanto, según los
dioses; ya sabes, después de los setecientos años: caldito y buenas
siestas. Aproveché el lugar para mis tablillas de cuentas y cuentos.
− ¿Y
esto?, ¿esas figurillas de barro?, ¿por todos los dioses qué seres son estos?,
¡redondos!
−No
son dioses, es la vida.
− ¿La
vida?, ¿ahora no sabes lo que es la vida? Anda, límpiate las manos
y echa un trago conmigo. ¿Cómo se te ocurre, a ti, hacer cosas con
barro? mándalas hacer a algún artesano pero tú no te manches las
manos. ¡Si te viera La Diosa!
Dos
jarras de vino más tarde deciden ir hasta el templo para hacer
algunos preparativos pues el festival está cercano pero como Loot va
algo cargadito con el vinito nuevo de la reciente cosecha no tiene
mejor idea que chinchar un poco a su esposa, atareada ella con los
músicos y las danzarinas. Todas ellas púberes.
− ¡No,
si ahora las mujeres vais a danzar igual que los hombres! Lo que me
faltaba por ver.
−Es
una idea nueva que se me ha ocurrido este año, cuando llegaron de
Oriente esos músicos tan peculiares.
− ¿Qué
vas a poner música del Indo en mi…?
−Sí,
la pongo. Y que sepas que a tu padre le ha encantado.
− ¿Mi
padre? Mírale, pero si está medio sordo. Él, con que las niñas se
muevan de aquí para allá…
−Tú
estás peor, que a hacerte el sordo no te gana nadie. Pero, ¿qué
hace tu hermano? ¡Párale, párale!
Noer,
aún más chinchado por el vino que Loot está con unos palos en las
manos intentando enseñar una danza guerrera a las chicas confundido
por los volantes y miriñaques y flores en la cabeza con que su
cuñada ha vestido este año a sus pupilas.
− ¡Que
son niñas Noer, para!, ¡para hombre! que son niñas e igual le
atizas a alguna en…
Crunch.
El
que se lleva el palo en la cabeza es Loot que cae desplomado en la
explanada del templo. Fin de fiesta, todos para casa y entre ocho
hombres han de cargar en parihuelas al fornido cazador hasta su
casa. Pesa como un toro.
−Pues
sí que le ha dado fuerte, está totalmente ido.
−Pues
sí, sobrina; babeando me lo traen a casa. Si hubiera manera de
hablar con los dioses y que les prohibieran tomar vino y cerveza…
−¡¡¡Que
dices tía!!! Calla, calla, calla; tu esposo te quemaría viva si te
escuchara decir eso, calla, calla y mira: mi padre le está cuidando.
No pases más temor.
Noer
está observando a su hermano con su visión luminosa a la vez que le
masajea cabeza y cuello. Gruesos lagrimones caen de sus ojos y la
estancia está llena de lamentos y plegarias.
− ¡Hermanito!
No quise, no quise, no sé cómo pude, ¡hermanito! Te quiero, te
quiero, contesta.
− ¿Esta
muerto mi esposo, cuñado llorón?
− ¡No,
no, no! no quise, yo no sé, no pude; bueno, no tiene ningún hueso
roto.
− ¿Estás
seguro?
− ¡Que
sí hermanita! Confía, no hay huesos rotos, está bien, aunque, con
Loot nunca se sabe, ¡hermanito!
−Sobrina,
llévate a tu padre a que duerma la mona en su casa. No soporto la
luz de sus ojos, ¡largo! Llorona, yo cuidaré de Loot. Si pudiera yo
hablar con los…
−¡¡Calla
tía!! ¿Pero no sabes cómo son en esta familia?, antes se
rasurarían las barbas que permitirte…
−Ya,
tienes razón Innurmushima, hemos de dar gracias que Mathatsulaamm
decidiera recortar la suya hace un par de siglos porque la tenía tan larga que ya ni usábamos escoba tu madre y yo. Pídele de mi
parte que haga un buen par de grandes hogazas para mañana; a Loot le
conozco bien, cuando despierte tendrá un hambre que será capaz de
comerse un burro el solo.
− ¿Y
para qué quieres tanto pan?
−Con
más pan menos carne toma, ya sabes que le encanta el que hace tu
madre; el mío se lo echa a los gatos el muy… ¿tú has visto qué
barriga está echando mi hombre? que coma pan. En el pasado festival
del dios lunar entre él y tu padre y cuatro primos se metieron entre
pecho y espalda un búfalo de agua, ¡que me haga hogazas de las
grandes! En el festival solar también estarán tus abuelos, que
tienen una caída comiendo…nos podemos quedar sin ovejas de aquí a las montañas de Asia con lo que tragan estos hombres.
−Vale,
te entiendo; papá, ven, déjale, estará bien, vamos, sí, vamos,
¡por aquí! Mira sin ver que nos dejas a todos ciegos, por favor,
papi, ven, ¡a casa! Vamos a casa, ¿sí?
− ¿Qué
es esto duro y largo que te cuelga? ¡Ah, ya! Tu espada. Perdona
cariño, corazón, sí, vamos a casa y le dejamos dormir.
− ¡Pero
apaga La Luz!
−No
sé, no puedo.
− ¡Sí
puedes! Apaga y vayámonos.
−Hija,
sí, vale, bueno, a lo humano, pero si una ciega guía a un hombre…
¿dónde iremos a parar?
−A
casa, papá; nos vamos a casa.
− ¿Qué
puede…? ¿Qué puede haber peor para un hombre, un padre, que tener
que ser guiado por su hija?
−No
bebas tanto y escucha, igual te puede sorprender y alegrar la
noticia.
− ¿Noticia?
Mirando así estoy ciego, bueno, cuenta.
−Me
casaré en el próximo Festival de La Diosa.
− ¡Con
un…¡¡ese!! …minga corta!
La
impresión es tan fuerte que Noer se va al suelo desmayado. Entre
vecinos y sirvientes consiguen acostar al inmenso cazador al lado de
su hermano que yace babeando y quedan los dos felices sobando como
leones de los pantanos en las tardes estivales. La esposa de Loot
decide que no puede hacer nada con este par de gandules que tiene en
casa y se va a su aposento para intentar dormir algo; está molesta,
muy irritada, Loot y Noer consiguieron sacarla de quicio
interrumpiendo su danza.
Duerme.
Sueña.
Danza.
La
Diosa guía y le indica los movimientos que debe realizar, el ritmo
es fundamental y deberá insistir con sus pupilas hasta lograrlo.
Danza, danza, danza.
¿Quién
eres?
¿Soy
tú?
Yo
soy yo y ¿tú?
Soy
tú, somos dos tú, dancemos.
Qué
sueño más tonto he tenido; había dos yo, danzando y repitiendo:
¡Soy tú! El que bebe es mi esposo, encenderé la lumbre y bajaré a
ver cómo se encuentra.
Pero
al entrar en la cocina encuentra las lámparas encendidas y una
pareja sentada a la mesa comiendo algo, ¿Loot ya está levantado?,
¿y esa mujer?
Se
queda paralizada mirando.
¡Es
idéntica a mí!
− ¡Hola!
Le saluda sonriendo la extraña.
− ¡Tú!,
¿tú?, ¡Loot!, ¿quién es esa…?
− ¿Quién
va a ser?, eres tú.
− ¿Qué
esa yo soy yo? Espera, ¿tú no estabas desmayado y durmiendo con tu
hermano?
−No,
yo me encuentro despierto y bien de salud y desayunando contigo.
−Quieto
ahí, ¡aquí pasa algo raro!
Y
con presteza toma su lanza y una lámpara y se precipita al
dormitorio de su esposo, no necesita ni entrar, los ronquidos
poderosos de los dos osos que duermen en el gran tálamo le dan la
confirmación. Entra gritando.
− ¡Loot,
Noer, despertar!, ¡despertar! Hay extraños en la casa.
Noer
se yergue al instante, plenamente repuesto del disgusto que le ha
dado su hija y salta de la cama como un león de los pantanos.
− ¿Cómo
que hay intrusos, cuñada?, ¿en tu casa?, ¿qué ocurre?
−Ven,
ven a la cocina. ¡Uff! Nada, este esposo mío sigue frito, le
atizaste bien, pero vamos, vamos. Y la pareja se dirige a la cocina
alumbrados con la potente mirada de Noer.
−¡¡Joder
Noer!! ¿Cuántas veces te hemos dicho que no pongas esa mirada en
esta casa?, ¡apágala!
− ¡Ahí
va! Si son…Pero, sí, pero, son…es tú, y tú…
− ¿Pero
cómo va a ser? ¡¡Despierta cuñado!!
−Baja
la lanza que estoy más que despierto. Que sí, que son tú y el que
está sobeta. ¡A mí no me pueden engañar! Que tengo visión
divina, ¿esa jarra es de vino?
−Sí
Noer, sí, sírvete algo y desayuna con nosotros.
− ¿Pero
cómo va a haber dos yo?
−Que
dejes la lanza en el astillero y te sientes. Ya descubriremos qué
está pasando aquí, tal vez cuando despierte el alquimista
chiflado…Se oyen sus ronquidos desde aquí.
− ¿A
quién llamas tú alquimista chiflado?, ¿a que sales por la puerta…?
¡Volando!
Con
la mañana ya avanzada consiguen entre los cuatro despertar al
durmiente y contarle sin sobresaltos lo que ha ocurrido.
− ¿Qué
nos hemos multiplicado?
−No
empieces a usar palabras mágicas que no hay quien te entienda.
−No
es magia, son solo matemáticas.
−Bueno,
pues alquimia de esa rara que tú… ¡oye!, ¿esto no vendrá a
cuenta de lo que estabas haciendo?
− ¿El
qué?
−Esa
cosa con las bolitas de barro.
− ¿Las…bolitas?
Y
los cinco se dirigen al estudio para intentar dar con la magia o el
hechizo que está sucediendo. Sobre la mesa hay siete bolitas de
barro ya cocidas y pintadas con vivos colores.
−A
ver, hermanito, explícanos que estabas haciendo con el barro.
−Pues…estudiando
la vida.
− ¡La
vida!, tú, ¿tú? El supremo servidor de los dioses, ¡si algo
ignoras pregúntale a ellos! O a mí.
−Te
iba a preguntar, ¡te iba a preguntar! Es más, estuve soñando que
te estaba preguntando.
− ¿Y
qué me quieres preguntar?
− ¡Pues
esto! Mira, mirar todos, ¿veis? La primera bola es perfecta, divina,
sin división alguna. Pero la segunda se divide en dos, como hace la
vida constantemente, en todo, miremos donde miremos.
−Bueno,
¿y qué? la vida se divide en dos, en cuatro, en ocho, ¿cómo
sigues la cuenta?
−En
diez y seis, en treinta y dos… me parece a mí que los dioses te
dieron a ti esas luces tan solo para alumbrar viñedos y cazar patos.
− ¡Bueno!
¿Y qué más da? Por cierto, el que se come los patos eres tú.
−Pues
que después del treinta y dos viene… ¡el sesenta y cuatro!, ¿lo
ves en esta bolita?
− ¿Y
qué?
− ¡Que
no es el sesenta! El sesenta, por todos los dioses, ¿no lo
entiendes? nosotros contamos de sesenta en sesenta pues así nos
enseñaron los dioses. Somos sexagesimales pues así es la voluntad
de los altísimos señores, ¡pero la vida no! cuenta hasta sesenta y
cuatro; eso es lo que me tiene intrigado, aquí hay algo nefasto y
necesito averiguar qué es. Dividimos el círculo y la esfera en
sesenta y trescientos sesenta partes pues humanos somos, ¡pero la
vida no! lo hace en sesenta y cuatro y trescientas ochenta y cuatro
partes. ¿Por qué? Tú que todo lo puedes ver.
−Pues
ni la menor idea, ¿y alguno de vosotros?
Como
a ninguno se les ocurre nada deciden subir a la cocina a seguir
almorzando algo, que en esta santa casa no se pasa hambre, antes de
irse al templo para preparar el festival del Gran Shamaash.
−Y
yo soy la primera, tú irás detrás.
− ¿Por
qué? le grita inmediatamente la otra tú.
−Porque
soy la que tiene la lanza y como rechistes te caliento a base de
bien.
−Haya
paz en la tierra entre las gentes de bien, inclusive las mujeres.
Intenta terciar Noer en la disputa.
Intenta terciar Noer en la disputa.
− ¿Y
eso por qué?
Las dos esposas de Loot están a punto de tirársele al cuello.
Las dos esposas de Loot están a punto de tirársele al cuello.
−Porque
yo lo pido y ordeno. Y poniendo a tope su mirada divina deja
pisciegas a las dos parejas que no paran de tropezar el uno con el
otro.
Cuando
pasa a mirada humana hay tal embrollo de brazos y piernas y cabezas
que ninguno sabe ya cual es cual y cual es yo, ¿y tú?. Noer resuelve el
asunto decidiendo que vayan de una vez al templo, que solo quedan
tres días y con más manos mejor saldrá el trabajo.
Dos
sumos sacerdotes dando voces para preparar el desfile de los soldados
imponen bastante respeto y sus dos esposas hacen maravillas con las
crías y sus danzas pues ahora hay muchas, dos veces más, ideas
sobre cómo complacer a los dioses.
Felicitándose
las dos parejas regresan a casa cuando, al entrar, ¡sorpresa! Hay
otras dos parejas idénticas. El Loot con un chinchón en la cabeza
decide que no hay porqué llamar a su hermano y que lo que mejor que
pueden hacer es trenzar más cestos para la ofrenda de semillas a los
dioses en el templo.
− ¿Cuántas
cestas hacemos? Preguntan al unísono los otros tres Loot.
−Ir
haciendo, vosotros ir haciendo cestos.
− ¿Y
tú qué vas a hacer? Le pregunta una de las esposas.
−Ahora
me lo pienso, vosotras ir poniendo la mesa y preparando la comida.
−¡¡¡Hombres!!!
−Eso,
eso. Repiten los cuatro cacofónicamente: ¡Hombres!
Tras
la copiosa comida deciden los cuatro Loot salir a pescar con la barca
al río pero apenas acercarse al embarcadero descubren con cara de
pasmo que otros cuatro Loot están ya soltando amarras.
− ¿Qué
hacemos? Pregunta uno de los recién llegados a la orilla.
−Pescar
todo lo que podamos. Responde un Loot que no para de rascarse el
huevo que tiene en la cabeza. Tenemos muchas bocas que alimentar.
− ¿Quieres
decir que habrá otras cuatro…?
−Eso
es más seguro que el número de peces que hoy conseguiremos sacar
del agua. Y estarán dándose voces y peleando por cuál de ellas
portará la lanza. ¡Uff!
La
pesca es casi milagrosa y los grandes cestos cargados de peces son
muy bien recibidos por los ¡otros ocho Loot! Y sus diez y seis
esposas. Deciden cenar en amor y compañía en la gran mesa del
patio, a la sombra de la parra, aprovechando que hace una tarde
deliciosa y corre algo de aire por la rivera.
− ¿Y
ahora qué hacemos?
−No
entramos todos en la casa, ¿dormimos al raso?
− ¿Echamos
a suerte qué pareja?
−Ni
se os ocurra pensarlo, cerramos la casa y nos vamos.
− ¿Y
eso por qué?
−Porque
me sigue doliendo la cabeza y este huevo parece que sigue creciendo.
Nos vamos al templo, pasaremos la noche allí y haremos grandes
preces y sacrificios a los dioses; tal vez ellos puedan arreglar este
embrollo.
Y
al gran templo escalonado de La Diosa se van las diez y seis parejas.
Las gentes de la ciudad contemplan arrobadas y maravilladas la
procesión de antorchas de los diez y seis Loot y esposas. A ellos no
hay manera de distinguirlos pero las esposas han decidido cada una ir
vestida de manera diferente a las otras quince con lo cual alguna
va…casi desnuda.
Gran
adoración hay esta noche en el templo y las esposas danzan y danzan
con velos y ajorcas para buscar la complacencia divina. Hasta caer
todos rendidos y amontonados por los rincones oscuros del templo.
Vuelve
la luz, se regresa del sueño.
Regresa
el día con el naciente solar y las esperanzas se esfuman. Se agrupan
en parejas, hacen la cuenta, tantos vinimos tantos volvemos, los
dioses no nos han escuchado. De vuelta a casa cabizbajos y hasta
embozados caminan ausentes, que no les pregunten, no tienen
respuestas, pero al llegar a casa la sorpresa salta a su encuentro:
hay otras diez y seis parejas revoloteando por el lugar ocupadas en
múltiples tareas.
− ¿Y
ahora qué hacemos?
−De
todo, habrá que hacer de todo para dar comida y cobijo a nuestras
treinta y dos parejas.
Son
la comidilla del lugar, todos los visitantes de la ciudad,
comerciantes, camelleros, traficantes de esclavos, y todos sus
vecinos no paran de ir y venir a Casa Loot y deshacerse en lenguas
sobre el prodigio que están contemplando. Comida no les va a faltar,
casi todos acuden llevando presentes de algo que pueda llevarse a la
boca y se organizan dos turnos para comer en el huerto. Mientras unos
comen otros sirven y el jaleo de idas y venida tan solo se detiene
con la llegada de la sobrina cargando con dos grandes panes como
ruedas de carro.
− ¡Ay,
ay, ay, ayayay! Pero, cuántos, ¿cuántos?, ¡cuántos!, ¿cuántos
tíos tengo ahora?
−Los
mismos que tías, exactamente los mismos, salivilla, los mismos. ¿Qué
es eso de que te quieres casar? A ver, ¿con quién si se puede
saber?
Al
obtener la respuesta las discusiones entran y salen de la casa como
una banda de piratas de mar que les hubiera invadido la ciudad y
morada.
−¡¡Por
encima de mi cadáver!!
− ¡De
seguro habrá guerra!
−Como
padrino tuyo te ordeno… ¡ven aquí!
−Como
alguno de vosotros, Loot, toque a la niña le despellejamos; estáis
advertidos.
− ¡Qué
niña, qué niña, qué niña! Si ya cumplió trescientos ochenta y
cuatro…
−Por
eso, ya va siendo hora de casarla.
−¡¡¡Pero
no con un…!!!
−Pues
pensamos ir todas a la boda, así que ir vosotros pensando en la dote
de la ahijada, los treinta y dos.
Más
discusiones.
Vecinos
y foráneos se unen al follón aportando ideas, y jarras de vino y
cerveza a mogollón. Se les echa la noche encima sin poner nada en
claro pues con tanto líquido en su interior han perdido la capacidad
de decisión.
− ¿Y
ahora qué hacemos?
−Todos
al templo. Responde elevando la voz el del chinchón, que se sigue
rascando sin conseguir que disminuya.
La
procesión de antorchas es deslumbrante y el silencio acojonante. Las
treinta y dos parejas caminan impávidas hasta las puertas del templo
donde son recibidas por Noer.
−Paz,
hermanos y hermanas. Que paséis buena noche y los dioses os
acompañen.
−Gracias
hermano, que también estén contigo. Responde el primero de la fila
derecha, el que va junto a la portadora de la lanza, antes de entrar
en el inmenso recinto.
Incluso
a la visión excelsa y superior del noble Noer todos ellos son
idénticos hasta el último detalle. (¿Cuál será al que le aticé
con el palo?) Pero tan solo consigue atinar a fijarse en uno, casi al
final de la fila izquierda que de vez en cuando se rasca la cabeza.
Todos
ellos, todos, son tu hermano Loot y esposa. Paso al prodigio, vuelta
a casa y no enfades a la panadera. Se va también rascándose de vez
en cuando el cráneo.
Noche
de oferentes y danzantes en el templo. Al ser tantos de vez en
cuando, conociendo el carácter de Loot era más que previsible,
algunos hombres danzan con las mujeres y su lugar es ocupado por
otras esposas en los cánticos y ceremonias. Noche intensa
embriagados por los aromas de los especieros, noche de intenso
misticismo.
Los
grandes Annunakis contemplan extasiados y silenciosos desde lo alto
el prodigio multiplicado que se celebra bajo sus alas.
(¿Otra
de Loot?)
(Va
a ser que es eso. Contesta La Diosa Lagarta de modo telepático, y
por tanto inaudible para los humanos)
(¿En
qué terminará esto?)
(Ni
idea, pero por si, por si acaso ya he mandado ir pasando el plumero y
cambiando las sábanas de mi palacio en Niburu)
(¡Las
sábanas! Eres una lagarta, yo te lo digo)
(¡¡Soy
la reina!! Callaros todos)
El
esfuerzo místico rinde a dioses y humanos y mientras los unos se
retiran a sus palacios los otros quedan amontonados por los rincones del templo.
Hay rozamientos y frotaciones no siempre bienvenidos.
− ¡Saca
esa mano de mi…!
− ¡Pero
si soy tú…!
−¡¡Como
si eres mi padre!! Búscate a otra.
Y
así toda la noche, con idas y venidas y rincón por rincón siempre
hay alguno haciendo el león. Pero ellas son leonas.
¡¡Largo!!
Rendidos.
El
trino dulce de los pájaros que habitan en sus nidos colgantes de la
inmensa estancia y aún en la corona dorada de La Diosa despierta a
Loot y esposa. A las treinta y dos parejas al mismo tiempo les llega
como una bendición el saludo de los emplumados voladores a la
aparición del supremo Shamaash.
¿Caras
tristes? Rostros compungidos.
Pesadumbre.
Aún son multitud.
− ¡Todos
hacia la puerta! A formar.
La
Portadora de la lanza está en medio, todo gira en su redor, todo se
organiza en instantes como si les llevara con la mirada, los hombres
saldrán esta vez primero, de cuatro en cuatro, hieráticos,
imparables. Ya se escucha el rumor del pueblo que se va concentrado
en las escaleras esperando a que se abran las puertas del templo.
− ¡No
quiero barbas caídas! Ni barrigas flojas, mis hombres. ¡Hombros
arriba! Ir saliendo como si fuerais a la guerra, ¡desfilando!,
¡pisar fuerte y que tiemblen los negritos!
Los
treinta y dos hombres salen de cuatro en cuatro enarbolando las
antorchas apagadas como si fueran mazas de caza, como aquella que
Loot usó para matar al demonio Innunu, comedor de niños y de ranas.
Tras ellos van las mujeres en actitud casi de plañideras,
¿sollozos?, ¿lágrimas?, ¿las habrán pegado?, ¿azotado? Casi
seguro, las mujeres son las liantas, las que tienen la culpa, las que
traen los males a los hombres, si no las pegas de vez en cuando…
¡Uff!
Vaya miradas. Alguno sale corriendo hasta el río y se arroja a las
aguas sin mirar si hay cocodrilos presa de la sensación de haberle
caído una maldición ¡femenina! Y de la mujer de Loot, nada menos.
La
procesión camina dejando estupefacto a cuantos les contemplan, todos
con idénticas barbas, portando los mismos inmensos pendientes y
muñequeras floridas y brillantes, todos impasibles, como si vinieran
de cortar cedros del Líbano para levantar un palacio de reposo a La
Diosa.
Fecundidad.
Alguien,
vecino o foráneo, pronuncia la palabra y las gentes comienzan a
arrodillarse al paso de Loot y esposa, multiplicados y
maravillosamente vivos. Vivos.
Fecundidad.
El
Signo de La Diosa.
En
la multiplicación, como Loot les diría, ven el signo preclaro de la
mano y bendición divina. Así se multiplicarán sus proles y
rebaños, seamos fecundos y poblemos la tierra.
Cánticos
de alabanza.
Y
las gentes van a sus casas para buscar cosas que ofrecer en la Casa
del Señor Loot, el multiplicado. Cuando la procesión llega con paso
marcial hay uno que no se sorprende, va cabizbajo, casi arrastrando
los pies, no quiere, no quería echar su mirada que alcanza incluso a
los altos dioses en sus cielos constantes. Tan solo se rasca en el
chinchón mientras los otros se asombran de que otras treinta y dos
parejas entran, salen, deambulan e incluso sestean al amor del recién
salido sol en el patio de la casa.
− ¿Y
ahora qué? dice un yo.
−Al
río. Dice otro yo.
− ¿A
bañarse? Un tercero.
−A
pescar o bien hoy pasaremos hambre. El cuarto.
−Pues
como no bajemos hasta el mar y cacemos una ballena…dice un quinto
rascándose el coco.
−¡¡Formación!!
Grita la Portadora de la lanza. Y comienza a distribuir hombres y
mujeres en las más diversas tareas. De cuatro en cuatro, hombres y
mujeres van a pescar, ornear pan, a segar, escoger corderos que asar
a la estaca. La Portadora en la puerta de casa deja entrar o salir
según se hayan cumplido sus propuestas, solo son propuestas pues
órdenes solo puede dar Loot, sí, Loot, bueno uno de ellos, ¿todos
ellos?, ¿por orden numérico o todos a la vez?, ¿sesenta y cuatro
Loot ponerse de acuerdo en algo y al mismo tiempo? Pero si eso no
ocurría ni cuando solo había un yo.
Turnos
para las comidas.
Entradas
y salidas de platos y viandas. Pero, ¿? Sobra una ración, ¿alguna
de vosotras yo? Niegan con la cabeza todas a la vez, ¿entonces?
Falta un Loot. La Portadora no tiene ni que consultar. Se va derecho
al estudio secreto de su esposo. Le encuentra reposando en su alto
sillón jugando con las bolas de barro, haciéndolas saltar de mano
en mano.
− ¿Se
puede saber qué hace mi señor esposo?, ¿quieres tener otro
chinchón en tu gran cabezón? Deja eso inmediatamente y sube a
comer.
− ¡Ah,
mi mujer!, ¿quién iba a ser si no?
−Tu
esposa y como no levantes el culo ahora mismo estoy por marcharme de
esta casa de locos y llevarme la dote.
−Pues
mira, hazlo cuando quieras; me quedarán otras sesenta y tres con las
que discutir.
−Mira
tú, te voy a meter la lanza por un oído y te va a salir por el
otro, ¡me tienes harta!
−No
te enfades mujer, disculpa, ¡esposa! Estaba discurriendo.
− ¿El
qué? esta es otra de las tuyas ¡y lo sabes!
−Confía
en mí, o resuelvo este asunto o… me quito la barba.
−Confiaré,
¿qué hacemos?
−Esta
noche también iremos todos al templo, mañana celebraremos el Gran
Festival. Haremos algo que dioses y hombres recordarán por los
siglos de los siglos.
− ¿Y
eso cómo lo sabes?
−Porque
haré, todos vamos a hacer, todos los yo, lo que tú sugieras.
− ¿Bailarás?
Me he fijado que eres el único Loot que ni lo ha intentado siquiera.
−Bailaré,
por tu amor bailaré y tengamos la fiesta en paz.
Una
noche más una magna procesión parte de Casa del Señor Loot para dirigirse al
templo; las calles están rebosantes de gentes venidas desde largas
distancias para el festival de mañana, el asombro es general. Los
negritos se arrodillan a su paso, los extranjeros agachan la cabeza
en signo de respeto, reyes y príncipes de las ciudades de los dos
ríos esperan a la puerta del templo para ver al sumo sacerdote y
esposa prodigiosamente repetido y las largas filas entran
pomposamente sin inmutarse.
Una
vez cerradas las altas puertas la pregunta salta como una rana de la
boca de La Portadora de la lanza:
¿Y
ahora qué hacemos Loot?
Sin
mediar palabra unos se ponen interpretar canciones en los
instrumentos, otras a bailar otros presentan ofrendas en altar,
dejándola sola, como si tuviera que guardar la puerta.
Pasado
un buen rato, poco a poco, de pocos en pocos, se van distribuyendo
por el templo para dormir algo. El descanso humano es regalo divino y
hay que saber aprovecharlo; cuando los pájaros les despiertan y la
claridad va llenando el recinto unos diez y nueve Loot y sus
respectivas esposas se dirigen al centro del templo y comienzan a
danzar por parejas mientras que los cuarenta y cinco restantes toman
los instrumentos y forman el coro.
Vistos
desde la mirada superior de La Diosa simulan ser un ojo, un ojo cuyo
iris se mueve con los movimientos acompasados de las parejas,
cantantes y músicos forman de algún modo los párpados.
(¿Otra
de Loot?)
(Pues
va a ser que sí Enki, sí, tenemos otra de Loot)
(Pues
a ver cómo termina la cosa Enlil)
(Me
encanta lo que están haciendo)
(¿Y
esos cánticos?)
Loot
y esposa, tan magníficamente multiplicados van improvisando nuevas
tonadas y movimientos danzantes, de la monotonía hasta entonces
imperante se va pasando a una maravillosa polifonía de voces
masculinas y femeninas y algún Loot se prodiga en acordes y
desacordes.
Bueno,
son casi setecientos años desde que aprendí a utilizar este arpa de
pie. Más ritmo. La locura.
(Estoy
por bajar y ponerme a aplaudir)
(Para
Anna, que estás a punto de hacer llorar a tu estatua. Quieta aquí
arriba)
Cuando
la danza concluye y los instrumentos callan una de las esposas va al
rincón donde reposa la lanza y la toma en sus manos.
¿Y
ahora qué hacemos, esposo?
Abrir
las puertas del templo y que comience el festival, ya lo tenemos todo
bien ensayado. Pero al acercarse a los inmensos portones oyen voces y
aplausos, ¿?
Abrir ya y sepamos que pasa ahí fuera.
Noer
en la entrada está saltando de un lugar a otro, aplaude, aúlla,
salta de alegría, grita:
−¡¡Fabuloso!!
¿?
Cuando
las sesenta y cuatro parejas salen del templo se encuentra a otras
sesenta y cuatro parejas idénticas, con idénticos instrumentos, que
han estado interpretando al mismo tiempo la misma danza prodigiosa
que los internados en el templo, y están recogiendo aplausos y
vítores por doquier.
− ¿Pero
esto…qué significa? Dice un Loot rascándose la cabeza.
−Pues
que mientras tú, le dice Noer, y los otros tú que estabais dentro y
sabrán los dioses qué estabais haciendo, llegaron estos otros
tantos tú y esposas e hicieron una interpretación maravillosa. ¡Ah!
y aún más. Sí, si te molestas en usar tu mirada ultramundana verás
que en el supramundo hay otros tantos Loot y esposas que también han
realizado la misma interpretación.
− ¡Ahí
va, es verdad! Y espera, si miras al inframundo hay otras sesenta y
cuatro parejas más y con lo mismo.
−Pues
no había caído, ¡ahí va! Pero, entonces, ¿cuántos sois ahora?
−Pues
así, sin cálamo, te diría que unos dos cientos cuarenta y seis, y
pondré un par de puntillas no sea que algún demonio se cuele.
−Más
las esposas. Como quieran tener todas lanza propia vas a formar un
ejército formidable. ¡Uff! Y mi hija que no para de darme la
tabarra con que quiere casarse, no sé, no sé cómo terminará esto.
− ¿Y
no puedes ver alguna solución? Pero que no sea una gran barca y
mandarme a otra parte del mundo.
−Lo
único que se me ocurre es que esto solo puede parar si el primer
Loot, el que se llevó el palo, decidiera quitarse la vida. Solo así…
−¡¡En
la flor de la vida lo voy a dejar!! Se escucha gritar a un Loot
cuatro filas más atrás. Ni lo sueñes. Que hagan sitio, hagan sitio
a Loot el Multiplicador.
Y
a sus innumerables esposas.
Que
bien sabe el sumo sacerdote que con el pecado viene la penitencia.
Días
más tarde:
−Anda,
deja las bolitas de barro y vayámonos ya o llegaremos tarde, tienes
que casar a la sobrina. Deja eso, ya pasó.
−Sí,
ya, cuando desapareció el huevo de mi cabeza también se fueron mis
otros yo.
−Y
los míos.
−Algo
curioso sin duda, en fin, supongo que me niego a olvidar, ¡hubo
momentos!
− ¡Qué
interpretaciones hemos hecho! Desde Marduk nos llegaban los aplausos.
−Cuando
pasamos de contarnos por cientos a miles, ¡fue genial! Genial, hay
una cifra, una cifra…
−Venga,
vamos, tenemos que ser los primeros no los últimos.
− ¿Cómo
era la cifra? ¡Ah, sí!, sesenta y cinco mil quinientos treinta y
seis.
− ¿Tiene
eso algo que ver con esa montaña monstruosa que levantaste con toda
la madera del Líbano a la orilla del río?
− ¿Err?,
bueno, algo; son cosas de Noer, ya sabes, empezó con el que va a
llover, que te digo yo que va a diluviar…
− ¿En
verano? ¿Y os gastasteis toda la madera? En…ese…engendro…
−Tetraedro,
se llama tetraedro..., es una nave...
− ¿Tetra…?
¡Otra de las tuyas… alquimista!
− ¡Que
no me pegues con la lanza…joder!
En
la cabeza no, ahí no, que luego pasa lo que pasa.
¡¡Noer!!
¡¡Noer!!
FIN
¿En la flor de la vida iba a dejar este mundo? Anda ya, con lo bien que se lo pasa con su prodigiosa familia, ¿usted, llegado a un caso similar, qué haría?